Hay vida allí, sí señoras y señores, la hay.
Y si encima en tu patria tropical hay crisis y un hastío general que ya me entra sueño de sólo recordarlo, pues tienes que liarte la manta y te vas para el norte.
Y tienes que superar sí o sí ese estado mental tan Mediterráneo de buscar rayos de sol a cualquier hora o tener antojos de comida sabrosa. Olvídate, estás en otras latitudes. Empieza a registrar en tu cabeza mil millones de sabores de patatas fritas y cervezas. Abraza la fritanga, que está ahí instalada para cebar buenos culos resistentes al invierno. Y el sol, pues cuando se tercie.
Eso sí, confío en que a dos grados el cutis se somete a un efecto bótox gratuito y vuelves el reloj diez años atrás. Y todos tan contentos.
Así que al final ni tan mal. Vuelves a tener 20 años, todo está rebozado y la vida por reinventar.
En eso estamos. Y como ya ni me acordaba del champán rosa, porque ahora me he tirado a los litros de cerveza locales, pues he hecho este micro retorno para celebrar que en el 2014 seguimos dando guerra.
Espero que sigáis burbujeantes a 18 grados nacionales. Chin chin.
lunes, 27 de enero de 2014
lunes, 6 de mayo de 2013
Cuando digo que sí, hago que no
Me tiene fascinada la naturaleza humana. Si vives como un robot de cocina programado, vas tan acelerado/a que tu única duda sea quizás por qué la gente tiene cara de merluza por la mañana y se acumulan como sepias congeladas en los autobuses, embarcados en un día con rumbo a tareas sin fin.
Por el contrario, si tienes más tiempo libre, y en concreto tienes que escribir un ensayo, siempre acuden a tu mente mil preguntas que eclipsan tu verdadera misión.
Llevo retrasando la tarea unas cuantas horas. La pregunta que más me inquieta por el momento es: si he elgido estudiar esto, ¿por qué no lo hago? Me interesan más las recetas de lasañas vegetarianas que el plano medio. O bien me dedico a buscar tatuajes de superhéroes para confirmar la locura pasajera de unos cuantos. De verdad, ¿por qué nuestra voluntad es inferior a la de un mosquito urbano o tropical? No lo sé.
Me perturba la facilidad con que gira nuestra cabeza veleta y se pierde por la estratosfera.
Así que después de auto terapizarme, ver fotos de Viggo Mortensen tatuado con cruces y observar cómo se frota el ojo la chica que está sentada enfrente mío, lo voy a hacer.
Voy a escribir eso que he estado masticando, soñando y duchando con evasión.
Lo sé, es lunes. Quizás esa sea la verdadera piedra en el zapato.
Por el contrario, si tienes más tiempo libre, y en concreto tienes que escribir un ensayo, siempre acuden a tu mente mil preguntas que eclipsan tu verdadera misión.
Llevo retrasando la tarea unas cuantas horas. La pregunta que más me inquieta por el momento es: si he elgido estudiar esto, ¿por qué no lo hago? Me interesan más las recetas de lasañas vegetarianas que el plano medio. O bien me dedico a buscar tatuajes de superhéroes para confirmar la locura pasajera de unos cuantos. De verdad, ¿por qué nuestra voluntad es inferior a la de un mosquito urbano o tropical? No lo sé.
Me perturba la facilidad con que gira nuestra cabeza veleta y se pierde por la estratosfera.
Así que después de auto terapizarme, ver fotos de Viggo Mortensen tatuado con cruces y observar cómo se frota el ojo la chica que está sentada enfrente mío, lo voy a hacer.
Voy a escribir eso que he estado masticando, soñando y duchando con evasión.
Lo sé, es lunes. Quizás esa sea la verdadera piedra en el zapato.
martes, 30 de abril de 2013
El deseo de no trascender
Tengo que escribir un sesudo ensayo sobre la influencia de una directora danesa en mi propio documental. Que si tal, que si cual, la influencia de la naturaleza, sincronías, primeros planos hipnóticos...Y yo pienso, ¿ahora mismo qué me importa todo esto? Me tomo un café a cámara lenta y me pongo existencial. La vida se acerca más a revolcarse en la hierba sin reloj. A decirle en la cara a alguien que te importa, a cantar en la ducha, a dormir al ras. Es eso más bien. También es mayonesa y ensaladilla rusa, pero la cabra tira más hacia el monte.
He estado tres días perdida en una península sin cobertura y casi sin electricidad. Comiendo hamburguesas de venado y tomando sidra. Hablando con personas que llevaban ponchos y chirucas. y sí, todo es muy nephippy y parecía el rodaje de La casa de la pradera versión 2013, pero todo el mundo reconocía que era muy agradable.
Y así conocí a un tío que vivía en una ambulancia y alimenta salmones en una granja debajo del mar. Y estaba encantado con la idea de no pagar alquiler y despertar cada día en un playa con vistas al fin del mundo. Y a otro que construye plantas eoólicas en alta mar, por Singapur y alrededores. Y a un submarinista pescador de vieiras. No sé, todo era como una gran opereta con banjos y gaitas de fondo, donde la gente te miraba de frente y quería saber qué hacías y por qué. E insistía en rellenarte de sidra también.
Ahora de vuelta, enjaulada en una biblioteca con vasos desechables elevo el recuerdo al cubo y pienso, civilización, no cuentes conmigo. Es lo de siempre, libre pero atada, civilizada pero sin zapatos. En fin, lo de cada martes. Las elecciones están para ser tomadas.
He estado tres días perdida en una península sin cobertura y casi sin electricidad. Comiendo hamburguesas de venado y tomando sidra. Hablando con personas que llevaban ponchos y chirucas. y sí, todo es muy nephippy y parecía el rodaje de La casa de la pradera versión 2013, pero todo el mundo reconocía que era muy agradable.
Y así conocí a un tío que vivía en una ambulancia y alimenta salmones en una granja debajo del mar. Y estaba encantado con la idea de no pagar alquiler y despertar cada día en un playa con vistas al fin del mundo. Y a otro que construye plantas eoólicas en alta mar, por Singapur y alrededores. Y a un submarinista pescador de vieiras. No sé, todo era como una gran opereta con banjos y gaitas de fondo, donde la gente te miraba de frente y quería saber qué hacías y por qué. E insistía en rellenarte de sidra también.
Ahora de vuelta, enjaulada en una biblioteca con vasos desechables elevo el recuerdo al cubo y pienso, civilización, no cuentes conmigo. Es lo de siempre, libre pero atada, civilizada pero sin zapatos. En fin, lo de cada martes. Las elecciones están para ser tomadas.
jueves, 18 de abril de 2013
El estigma de la vagancia: ya voy.
Seguramente todo era para ayer, pero en mi mente era para mañana. O pasado. ¿No es cierto que el tiempo no existe, que todo es un flujo continuo de devenir en el tiempo y en el espacio?
Desde que Eva se comió la manzana, el Diazepán o vete tú a saber si en realidad fue una coliflor, los humanos tenemos que luchar, ese es el verbo, para aplicarnos en nuestras tareas.
Yo no sé si es la primavera, los cambios de estación o de ropa interior pero me siento muy perraza. Me tiraría al suelo y ahí me quedaría. Me podría pasar por encima con una aspiradora y ni me movería. En serio. Máxima inmovilidad.
Entonces, antes de mirarme hacia mí misma y decirme: trabaja o comerás una coliflor bíblica, me pongo a mirar abrigos para un amigo, que tiene una chaqueta horrible y he prometido quemarla al menor plazo posible. Hombres solos en tiendas es una mala combinación.
Me meto en unas webs americanas llenas de hombre apolíneos con chaquetas perfectamente cortadas y me paso la mañana tan ricamente. Hasta que me acuerdo que yo en realidad estaba aquí para transcribir unas entrevistas. Y me cago en mí, así lo entendemos todos rápido, porque me cuesta arrastrar mi cerebro y cuerpo hacia la pantalla y ponerme a repiquetear frases y acciones.
Somos tan frágiles y vulnerables por disposición natural...No sé qué ponerme como cebo, porque hasta eso me cuesta imaginar. En fin, después de vomitralo todo ahora, creo que lo haré. Ya voy. Ya.
Desde que Eva se comió la manzana, el Diazepán o vete tú a saber si en realidad fue una coliflor, los humanos tenemos que luchar, ese es el verbo, para aplicarnos en nuestras tareas.
Yo no sé si es la primavera, los cambios de estación o de ropa interior pero me siento muy perraza. Me tiraría al suelo y ahí me quedaría. Me podría pasar por encima con una aspiradora y ni me movería. En serio. Máxima inmovilidad.
Entonces, antes de mirarme hacia mí misma y decirme: trabaja o comerás una coliflor bíblica, me pongo a mirar abrigos para un amigo, que tiene una chaqueta horrible y he prometido quemarla al menor plazo posible. Hombres solos en tiendas es una mala combinación.
Me meto en unas webs americanas llenas de hombre apolíneos con chaquetas perfectamente cortadas y me paso la mañana tan ricamente. Hasta que me acuerdo que yo en realidad estaba aquí para transcribir unas entrevistas. Y me cago en mí, así lo entendemos todos rápido, porque me cuesta arrastrar mi cerebro y cuerpo hacia la pantalla y ponerme a repiquetear frases y acciones.
Somos tan frágiles y vulnerables por disposición natural...No sé qué ponerme como cebo, porque hasta eso me cuesta imaginar. En fin, después de vomitralo todo ahora, creo que lo haré. Ya voy. Ya.
jueves, 21 de marzo de 2013
De mí a mí: amor unidireccional
Mi pregunta es la siguiente: ¿Tiene que venir una marca como Coca Cola para recordarnos lo importante que es la felicidad e incluso organizar unas jornadas sobre el tema? (pasó en 2011, cuando las marcas nadaban todavía en la abundancia del consumo hedonista).
No queridos. Ni las marcas que prometen sonrisitas con ojos orientales llenos de zen ni las buenas intenciones de los gobernadores de Bután, inclinados a pensar que celebrar el día mundial de la felicidad (ayer) va a generar un poco más esa efímera sensación os van a embarcar a ese deseado destino.
He estado alejada de nuestra cocktelería favorita donde sirven champán rosa por los siguientes motivos: trabajo y cuidados intensivos de mí misma. A ver queridos, ¿cuándo fue la última vez que os lo permitísteis? Más bien, ¿cuándo fue la última vez que os aparcasteis en un bar, mirasteis el techo y dijisteis "todo está bien". Y os comisteis el bocadillo más hermoso y caro y la cerveza más fría y mmm. Y de rebote recuperaste a ese amigo perdido en la tierra de las Blackberries y acabaste organizando una fiesta de por fin es viernes, por decir algo, teniendo sólo un limón en la nevera.
Así es. Abundancia y cuidados a uno mismo. Aparquen la vara, el teléfono móvil inmovilizador y las fotos del Hola de millonarias eslavas que reposan sus manicuras en bidettes recubiertos de oro.
No es eso lo que necesitamos, más bien buscamos: cariño, cuidados, cuatro risas y algo que lleve jamón ibérico dentro. Y si hace sol, mejor.
No queridos. Ni las marcas que prometen sonrisitas con ojos orientales llenos de zen ni las buenas intenciones de los gobernadores de Bután, inclinados a pensar que celebrar el día mundial de la felicidad (ayer) va a generar un poco más esa efímera sensación os van a embarcar a ese deseado destino.
He estado alejada de nuestra cocktelería favorita donde sirven champán rosa por los siguientes motivos: trabajo y cuidados intensivos de mí misma. A ver queridos, ¿cuándo fue la última vez que os lo permitísteis? Más bien, ¿cuándo fue la última vez que os aparcasteis en un bar, mirasteis el techo y dijisteis "todo está bien". Y os comisteis el bocadillo más hermoso y caro y la cerveza más fría y mmm. Y de rebote recuperaste a ese amigo perdido en la tierra de las Blackberries y acabaste organizando una fiesta de por fin es viernes, por decir algo, teniendo sólo un limón en la nevera.
Así es. Abundancia y cuidados a uno mismo. Aparquen la vara, el teléfono móvil inmovilizador y las fotos del Hola de millonarias eslavas que reposan sus manicuras en bidettes recubiertos de oro.
No es eso lo que necesitamos, más bien buscamos: cariño, cuidados, cuatro risas y algo que lleve jamón ibérico dentro. Y si hace sol, mejor.
viernes, 8 de febrero de 2013
Casarse con uno mismo
Una de las cosas más fundamentales de la vida, creo, es ser fiel a uno/ a misma/o. No sé si tenemos bien interiorizado el concepto o simplemente actuamos por programación automática y genética, pero creo que es lo que nos ata con una delgada cuerda al verdadero sentido de la vida.
Eso sí, hay muchas trampas para dejar de ser uno mismo y convertirse en un lerdo disfrazado para complacer a otros. Conoces a gente y hablas y te escuchas repitiendo frases que no sabes muy bien ni por qué las dices, si salen de tu esencia o es la receta para hacer salsa boloñesa que alguien te explicó una vez y no sabes ni por qué conoces.
¿Eres tú, es el alcohol o es tu madre hablando de lo que es realmente conveniente en la vida? ¿Vale la pena venderse por unas horas? ¿Existen humanos capaces de bucear en tu pozo cristalino o simplemente son desatascadores de alcantarillas estándar? Todavía me lo pregunto.
Intentas hablar de temas prosaicos, decir que sí y que no, y que podría ser mejor o peor. Pero en el fondo sé que me gustaría diseñar gabardinas para koalas, decidir si los salmones están sobrevalorados o simplemente dejar de hablar, tirarme al suelo y hacer la croqueta.
No sé ni de qué os quiero convencer con esto, lo que sé es que hay que huir del aburrimiento como de una granizada. Luego no digáis que no os avisé. Eso si, paciencia, velas encendidas y estar sentado en las barras adecuadas o en las paradas de autobuses correctas.
Eso sí, hay muchas trampas para dejar de ser uno mismo y convertirse en un lerdo disfrazado para complacer a otros. Conoces a gente y hablas y te escuchas repitiendo frases que no sabes muy bien ni por qué las dices, si salen de tu esencia o es la receta para hacer salsa boloñesa que alguien te explicó una vez y no sabes ni por qué conoces.
¿Eres tú, es el alcohol o es tu madre hablando de lo que es realmente conveniente en la vida? ¿Vale la pena venderse por unas horas? ¿Existen humanos capaces de bucear en tu pozo cristalino o simplemente son desatascadores de alcantarillas estándar? Todavía me lo pregunto.
Intentas hablar de temas prosaicos, decir que sí y que no, y que podría ser mejor o peor. Pero en el fondo sé que me gustaría diseñar gabardinas para koalas, decidir si los salmones están sobrevalorados o simplemente dejar de hablar, tirarme al suelo y hacer la croqueta.
No sé ni de qué os quiero convencer con esto, lo que sé es que hay que huir del aburrimiento como de una granizada. Luego no digáis que no os avisé. Eso si, paciencia, velas encendidas y estar sentado en las barras adecuadas o en las paradas de autobuses correctas.
lunes, 21 de enero de 2013
Mejor que el yeti
Miro por la ventana. Nieve, ventisca; ni los cuervos se atreven a volar. La pesadilla climatológica de cualquier persona sensible a la luz.
Decido que me la pela todo, que no voy a sucumbir al tiempo ni voy a estar soñando con las playas de Torremolinos, que es el topicazo hispánico mayor. Así como la llantina generalizada de los expatriados lamentándose por las esquinas soñando con chorizo de Pamplona, cuando todo lo que encuentran al paso son cuatro salchichas mal fermentadas de cerdo rosa.
Me niego a engordar esa lista. Es cierto que hay delicias nacionales que merecerían estar protegidas por la UNESCO, pero la vida es algo más que aceite de oliva, ¿no?
Es leer la portada de El País, y como que me dan ganas de despelotarme y salir corriendo de mi casa, cruzar el parque y gritar con las amígdalas bien abiertas: ¡que os den, majaderos! Oficinistas y burócratas envenenados de poder campan a sus anchas por despachos cubiertos de caoba. El país se va a quedar expoliado de gente sensible, incapaz de aguantar vuestras sandeces.
Desde mi cama nórdica, he visto un bloque gris cubriendo la ventana. Ni me he inmutado.
Me he arrastrado hasta mi ropa fría, me he cubierto de lana y palante.
Lo dicho, siempre hay un nicho de felicidad alejado de la prima de riesgo y el sol de invierno.
Decido que me la pela todo, que no voy a sucumbir al tiempo ni voy a estar soñando con las playas de Torremolinos, que es el topicazo hispánico mayor. Así como la llantina generalizada de los expatriados lamentándose por las esquinas soñando con chorizo de Pamplona, cuando todo lo que encuentran al paso son cuatro salchichas mal fermentadas de cerdo rosa.
Me niego a engordar esa lista. Es cierto que hay delicias nacionales que merecerían estar protegidas por la UNESCO, pero la vida es algo más que aceite de oliva, ¿no?
Es leer la portada de El País, y como que me dan ganas de despelotarme y salir corriendo de mi casa, cruzar el parque y gritar con las amígdalas bien abiertas: ¡que os den, majaderos! Oficinistas y burócratas envenenados de poder campan a sus anchas por despachos cubiertos de caoba. El país se va a quedar expoliado de gente sensible, incapaz de aguantar vuestras sandeces.
Desde mi cama nórdica, he visto un bloque gris cubriendo la ventana. Ni me he inmutado.
Me he arrastrado hasta mi ropa fría, me he cubierto de lana y palante.
Lo dicho, siempre hay un nicho de felicidad alejado de la prima de riesgo y el sol de invierno.
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