Ayer mientras estaba tumbada en la cama recopilando de nuevo títulos variados, salió este. La anécdota se remonta a este martes, cuando quedé con una amiga y salió el tema del enganche mental y la mitificación que tendemos a levantar entorno a nuestras antiguas parejas y affaires varios (teléfono de aludidos del público 902 34 56 78). Que si era tal, cual, cuando en el fondo del todo perfectos no debían ser, igual que la parte contrincante, ya que se pegó un buen hachazo y se deshizo el bacalao. Me contaba que tendemos a llenar nuestras lagunas de aburrimiento con ese recuerdo dorado. Yo a parte tengo mi propia teoría de que somos animales gregarios y amorosos y se supone que vivimos adictos a la ternura y derivados como elemento de supervivencia y continuación de la especie. Porque son los instintos más elementales el motor de nuestra vida, no las charlas sobre el deficiente mercado laboral en este país con la que me obsequiaron hace poco un individuo del sexo opuesto. ¿Esto va a despertar al guardián de mi almacén de ternura? No, lo va a enviar a las Islas Mosquitos a hacer inmersión.
En todo caso, seguimos para línea. Feliz descanso de la civilización.
Se admiten experiencias de los oyentes.
viernes, 29 de agosto de 2008
jueves, 28 de agosto de 2008
Cada cita es un libro
Tengo pasión verdadera por delimitar una frase en el espacio y tiempo y pensar que sería un buen título para una peli de serie B, una serie de adolescentes, una serie de libros de crecimiento personal etc, etc...Así que me acuerde de entrada tengo anotadas como míticas la de Tus bragas son mis bragas, Muerte por sacarina, En mi culo no y algo más. Ayer, cervezas mediante, salió alguna perla más. La gran Naomi nos obsequió con un Si no tengo amor, cómo voy a tener desamor. Y yo le solté a mi compañero de neurosis Queen: Estoy obsesionada y quiero que lo sepas. Seguro que así, a bote pronto, como que no hace tanta gracia, pero en el contexto y en el momento exacto te tronchas. También me convencí de que el mejor estatus para el Caralibro era estoy comprando humus, ayer me producía gran risa, y hoy, como que me quedo un poco igual.
En el trabajo tenemos una pared forrada de grandes citas. Tipo: El día que me case, váis a ver (mía), Javi está lloviendo? No, es que me he lavado la cara (Javi) y Prefiero una mamada en el asiento de atrás de un coche que un león de Cannes (mr. C). Me seguiría explayando hasta el infinito, pero mi bandeja de entrada me reclama. Pongan sus frases y nos reiremos todos un poco más. Voy a comprar humus.
En el trabajo tenemos una pared forrada de grandes citas. Tipo: El día que me case, váis a ver (mía), Javi está lloviendo? No, es que me he lavado la cara (Javi) y Prefiero una mamada en el asiento de atrás de un coche que un león de Cannes (mr. C). Me seguiría explayando hasta el infinito, pero mi bandeja de entrada me reclama. Pongan sus frases y nos reiremos todos un poco más. Voy a comprar humus.
miércoles, 27 de agosto de 2008
Dosis de normalidad
Después de los grandes hits de la raqueta y el calabacín, poco queda que contar. Ayer, quizás, mi rutina internáutica se vio interrumpida por la recepción de un video truculento. La historia es que conozco al tío que canta las maravillas de la ensalada de tomate y para pitorreo general, se ha convertido en una celebrity local. Se las daba de filósofo, fotógrafo y maldito. A mí me parecía un rollo de hombre, lánguido y una mala copia nórdica de Espartaco Santoni. Os pongo vídeo para que juzguéis el panorama.
También he visto un gato muerto negro tendido al lado de un edificio, todo muy poético y solitario. Un skater le preguntaba a la del bar que qué hacía. Pues dejarlo ahí, le han respondido. En fin, entre gatos y tomates será mejor que vuelva a mis rutinas taquígrafas. No voy a entrar en el infausto camino de para qué sirve todo esto, porque me he adscrito a la corriente un ladrillo cada día y no pienses más en el enconfrado. Cuando tenga el muro acabado os aviso.
También he visto un gato muerto negro tendido al lado de un edificio, todo muy poético y solitario. Un skater le preguntaba a la del bar que qué hacía. Pues dejarlo ahí, le han respondido. En fin, entre gatos y tomates será mejor que vuelva a mis rutinas taquígrafas. No voy a entrar en el infausto camino de para qué sirve todo esto, porque me he adscrito a la corriente un ladrillo cada día y no pienses más en el enconfrado. Cuando tenga el muro acabado os aviso.
martes, 26 de agosto de 2008
Un calabacín es un arma blanca
Fue uno de esos impulsos de última hora. ¿Quieres llevarte algo para el viaje? Yo dije que no. Total, los supermercados de la ciudad A están repletos de los mismos productos que los de la ciudad B. Insistió: una lata de anchoas, unas croquetas, un calabacín. Sacó el especímen del frutero y me lo enseñó. Era un calabacín cruzado secretamente con una calabaza y parecía la cosa más natural del mundo. Esto no se encontraba en las estanterías de mi supermercado junto a las bombillas de 100 watios. Quise que fuera mi amigo, y lo metí en la bolsa. Una vez en el coche, me asaltaron las dudas. ¿Qué llevas ahí niña? ¿No sabes que no se puede viajar con eso? Dánoslo. No quería llegar a ese punto. No quería que esa verdura silvestre se quedara en una bandeja de plástico anónima y serializada a la sombra de unos tíos vestidos de verde con cara de pocos amigos. En el fondo, sabía que podría pasarlo. Total, ¿qué tenía de peligroso?
Al pasar por el control, me despedí de mi tía con una mirada tipo ahora nos descubren. Creo que el guardia quizás confundió el objeto con un alegrador, un juguetito, vete a saber tú. La cuestión es que el sr. Calabacín reposa en mi nevera y creo que se va a aquedar allí un buen rato porque es enorme. Puedo montar un buffet o una fiesta temática. Está aún por ver.
Al pasar por el control, me despedí de mi tía con una mirada tipo ahora nos descubren. Creo que el guardia quizás confundió el objeto con un alegrador, un juguetito, vete a saber tú. La cuestión es que el sr. Calabacín reposa en mi nevera y creo que se va a aquedar allí un buen rato porque es enorme. Puedo montar un buffet o una fiesta temática. Está aún por ver.
lunes, 25 de agosto de 2008
Esa mosca la quiero muerta
Mi abuela es una figura que podría llenar medio internet con los matices de su personalidad. Cocinera entusiasta, el alma de la fiesta, defensora de los inocentes ante cualquier tipo de timo, conseguidora de ofertas, regateadora profesional y enemiga de las moscas namber uan. Este fin de semana la he ido a visitar y me he quedado estupefacta ante el último invento que reposa en su salón-comedor-living: la raqueta chamuscadora de moscas. No daba crédito a la unión de dos realidades tan paralelas como una raqueta y un ingenio liquidador de insectos. Parecía la abuela de Nadal haciendo ronda por la casa raqueta en mano. Muy divertido. Me quedé con las ganas de grabarla, porque luego se corta y el resultado dista años luz de su garbo natural empuñando la raqueta o antes un trapo. Era fantástico. Cual Diana Cazadora se abalanzaba contra la cristalera armada de un buen paño recio, entrenado para aniquilar cualquier vida con patas y dos alas. Tengo que confesar que conseguí grabarla bailando un pasodoble con mi tía, ya que eran las bodas de oro de un fantástico personaje del pueblo apodado el Chingao. Un amigo me dijo que por qué no me retiraba al pueblo a vivir. Así de entrada como que no, pero no sabes tú la experiencia totalmente revitalizante de una visita de fin de semana: la banda del pueblo que ríete tú de la de Kusturika, cañas a precios de ganga y un desfile de personalidades que ningún psicólogo acertaría a clasificar.
Tengo una bonita campaña de coches premium selection que vender al mundo, así que por el bien de mi vida laboral, me retiraré. Esta tarde descargo el vídeo a ver qué tal. Saludos de principio de semana, C.
Tengo una bonita campaña de coches premium selection que vender al mundo, así que por el bien de mi vida laboral, me retiraré. Esta tarde descargo el vídeo a ver qué tal. Saludos de principio de semana, C.
viernes, 22 de agosto de 2008
Locura en el buffet
Mi contacto me dijo que el sitio estaba bien, que era un festival de colores y una celebración para los sentidos. Me entregué a sus prometedoras palabras cual fiel discípula de una secta. Iremos a probar el último buffet "japonés" del barrio. Aquel lugar parecía la sección de Asia de un parque temático. Sólo faltaba que las mozas fueran en bikini y ellos con leche de coco esparcida por la pechera, cantando el último hit del verano. No sé si se dio la conjunción de que todos los demás lugares estaban cerrados, pero el restaurante estaba altamente poblado. Todos en masa al buffet, como si estuvieran repartiendo beluga y néctar de papaya. La verdad es que había sushi de colores, unos calamares que vete tú a saber en que poza desconocida habían sido pescados, y chucherías de postre (?). Todo muy postmoderno, como la camarera "japonesa" que llevaba un decapado muy Tina Turner en plan liso y oscuro. También había un montón de gatos solitarios cenando diseminados por aquel salón no imperial. Y pensé, al paso que voy acabaré con el Cuore, detrás de una columna, deglutiendo calamares panasiáticos y rollitos llenos de proteínas secretas. Por cierto, ayer merendé unos cruasanes y llevaban encimas. Tomen nota. Un día nos saldrá una tercera oreja en la zona pariental y aquí no ha pasado nada. Volviendo al horror vacui japonés, he decidido que no me van a ver más. Que no quiero que me empujen unas tiparracas contra una fuente de melones, mientras comentan las unas a las otras que ese pastel de limón (aquello tenía de limón lo que yo de Albacete) estaba muy bueno.
Mi partenaire salió tan horrorizado como yo. Moraleja, hágase un potaje y quédese en casa escuchando a Mendelson. Si me animo os contaré lo que es ir a la peluquería y encontrarse al lado una pesada que iba con un perrito amaestrado que se llamaba Perla, con cuna incorporada. Casi tan salvaje como el buffet imperial.
Mi partenaire salió tan horrorizado como yo. Moraleja, hágase un potaje y quédese en casa escuchando a Mendelson. Si me animo os contaré lo que es ir a la peluquería y encontrarse al lado una pesada que iba con un perrito amaestrado que se llamaba Perla, con cuna incorporada. Casi tan salvaje como el buffet imperial.
miércoles, 20 de agosto de 2008
La aldea de los progres
Claro, ¿por qué no iba a salir un martes a tomar el aire? Después de encontrarme a un señor por la calle que primero me dijo si quería una pera (tal cual) y luego si quería ir a su casa (?) decidí que era una buena hora para cenar. Quedé con una amiga y nos despeinamos juntas en la terraza mientras catábamos las judías biológicas de mi padre, un campesino postmoderno en lucha continua contra la chinchilla y hablador de plantas. Muy mono él. Luego decidimos ir a una plaza de la aldea más progresista de esta ciudad. Le dije a mi amiga que seguro que estaría repleto de escenógrafos, milenaristas, profesores de reiki y arqueólogos folk. Para mi sorpresa me presentaron a dos arqueólogos in situ, en plan lámpara mágica. Lo mejor de todo es que les dije que me llamaba Paquita y huyeron. Perfecto, porque esto confirma mis teorías de que en esa aldea te tienes que llamar Empédocles o Siracusa para que sus habitantes caigan rendidos a tus pies. Escuchamos a le Petit Ramón, que debe ser el nuevo oráculo o similar pero no le cogí demasiado el punto, para pasar al gran Riba y su pachanga variada, que al menos ves que se lo pasan bien. Volví a casa distraída, me metí en un concierto de jazz sin salida aparente, en plan persecución policial por el Bronx, y luego me reconducí a un nuevo capítulo de horizontalidad y ficción. Creo que Christopher Moltisanti me invitaba a cenar en Satriale's y me pedía cannoli de postre.
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