miércoles, 7 de marzo de 2012

Los zapatos chinos no te ayudan en la vida

Puedo decirlo y lo digo que hay artefactos malignos cuya misión es arruinarte el día. Bajo el hechizo de la forma, la fatua belleza, uno/a compra objetos que le van a pasar factura tarde o temprano. Esa soy yo, cuando me alejo de mi casa. Hechizada por la palabra rebajas entre en una tienda, en principio cara, que debido a los descuentos se había convertido en barata.
Hasta ahí bien, las dependientas te adulan y tú dices sí a todo. Elegí un par de zapatos estupendos. Son mi debilidad. Me olvidé de ver en qué punto planetario los habían ensamblado. Error.
Un día soleado me los puse, para celebrar que estaba viva y coleando. Me pongo los zapatos chinos asesinos y volví a mi casa caminando como una foca, con escasa movilidad, apoyada cómicamente en los talones. Veredicto: dos agujeros en la parte trasera de cada pie. Betadines, tiritas y un juramento: viva el producto español.
Los zapatos chinos, amigos, son duros como piedras. No sé si sacan la piel de ratas viejas pasadas por lejía. No quiero ni imaginármelo, pero son duros como dos huevos pasados por agua.
Esta historia es una metáfora aplicable a: hombres, trabajos, casas, vecinos y demás. Todo parece bello y armonioso, pruébatelo y a ver qué pasa. Si está hecho con cariño sobrevivirás. Si no, directo al container y pon rumbo a la farmacia más cercana.