sábado, 27 de octubre de 2012

Fiestas que no convencen

Yo y mi resaca nos disponemos a narrar la epopeya que supone hoy en día ir a fiestas. Sales de casa con la idea de claro, tengo que divertirme, me he pasado la semana encerrada entre fluorescentes y aire enranciado, necesitado de renovación. Necesito hablar con otros humanos y olvidar por unas horas mi lista de obligaciones.
Te vistes, te peinas, entiendes la calle donde vas a ir a parar y empiezas a canturrear por la calle.
Ding dong, entregas tu vino ceremoniosamente al anfitrión y ves que hay tres personas más aguantando la pared de la cocina (qué manía con reunirse siempre allí, como si fuera algo exótico) y tú. Empezamos bien. Carencia de baile, exceso de conversación. Error.
A mí no me convences con anécdotas sobre la extinción del papagayo. A mí me muestras hechos: cómo levantas las piernas y haces movimientos dignos de un acróbata chino. Ahí vamos bien.
Esto no estaba pasando. Me presento al grupo, que si artistas y doctores en Física. No hay escapatoria, intento ofrecerme de dj para salvar la noche.
Lo que empezó siendo un éxito acabó en profunda indignación. El famoso anfitrión me dijo literalmente "En mi casa nada de Aabba ni Pet Shop Boys. Es mi fiesta y es mi casa".
Le miro sin parpadear y le contesto que entonces no me invite a sus fiestas.
Desaparezco entre la muchedumbre (las horas pasan y llega más gente) y me cago en todo. Animada por el vino regreso al salón y le digo que si la gente no baila es que algo no funciona. Esto es como lo de "Hago películas para mí". Entonces te las pones en el water de tu casa y no nos torturas.
Moraleja: si en una fiesta no ponen Abba, esfúmate.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La especulación me cansa

Ahora que vivo algunos kilómetros más al norte de donde solía vivir, a parte de pedir el café en otro idioma y descubrir la pasión colectiva que hay aquí por llenar las tazas de espuma, con lo que el café con leche tiene el mismo valor nutritivo que un bistec, he desaprendido a hacer la compra.
Sin ir más lejos, ante elegía los huevos en 20 segundos. Ahora, tengo que leerme unas 10 cajas de huevos hasta elegir el mal menor: huevos aparentemente criados en semi libertad. Vaya, que las gallinas no se desmontan como he visto en algunos documentales.
Dicen que en la variedad está el gusto, pero es mi pregunta es: ¿hace falta tanta variedad? 6 tipos de leche, 10 tipos de patatas, una estantería llena de cereales (suerte que la comida de perro está en otro lugar, si no podría caer fácilmente en la trampa).
Confusión. Mucha. Y encima esa bonita costumbre de hacer la compra con auriculares, con lo que el supermercado está lleno de zombies a ritmos silenciosos de house o folk que se debaten entre mantequilla con sal o queso con arándanos. Todo es elegible. Todo, todo. Incluso si quieres bolsa, tarjeta de fidelidad o el ticket en papel.
Quiero que me hagan la cena y esa opción no está disponible. Los maquiavélicos directores de márketing en el fondo no saben lo que realmente necesitamos.

domingo, 21 de octubre de 2012

Carencias y paisajes

Es un día soleado y sin embargo noto el clásico vacío en la zona del esternón. ¿Ahora qué mosca me pica en concreto? Intentas pensar que si esto o aquello, quizás un poco de cafeína, un mordisco de chocolate o algún otro remedio capitalista podría llenar ese hueco intercelular. Pero no se te ocurre ningún tipo de tirita para ese río de tinta hacia el corazón.
Decides seguir con tu día y aligerarlo con la famosa toma de perspectiva. Entonces me vuelco en la gente de la calle, ese estupendo espectáculo gratuito fuente de evasión.
Veo a unas 8 personas cargadas con bolsas consultando su futuro en sus teléfonos móviles. Aburrido y previsible. Virgencita, que no acaben con sus cuerpos recubiertos de moda en el hospital más cercano con algún hueso dislocado.
Mi espacio vital es avasallado por una mujer con mirada desencajada empujando un carrito con dos niños tamaño familiar mientras analiza con avidez un vestido de fiesta del escaparate donde estoy apoyada. Se confirma que todos queremos lo que no tenemos.
Y así observo como la gente, confundida como palomitas en una enorme sartén, van de aquí para allí, cargando zapatos, observando pantallas y consumiendo el tiempo.
Sin darme cuenta, la presión desaparece de mi pecho y empiezo a notar el efecto de los rayos solares. Y decido comprarme un gorro de avidor Made in China, porque todo es Made in China hoy en día y no hay solución. En fin, cuidado con China y sus productos imposibles.