lunes, 6 de mayo de 2013

Cuando digo que sí, hago que no

Me tiene fascinada la naturaleza humana. Si vives como un robot de cocina programado, vas tan acelerado/a que tu única duda sea quizás por qué la gente tiene cara de merluza por la mañana y se acumulan como sepias congeladas en los autobuses, embarcados en un día con rumbo a tareas sin fin.
Por el contrario, si tienes más tiempo libre, y en concreto tienes que escribir un ensayo, siempre acuden a tu mente mil preguntas que eclipsan tu verdadera misión.
Llevo retrasando la tarea unas cuantas horas. La pregunta que más me inquieta por el momento es: si he elgido estudiar esto, ¿por qué no lo hago? Me interesan más las recetas de lasañas vegetarianas que el plano medio. O bien me dedico a buscar tatuajes de superhéroes para confirmar la locura pasajera de unos cuantos. De verdad, ¿por qué nuestra voluntad es inferior a la de un mosquito urbano o tropical? No lo sé.
Me perturba la facilidad con que gira nuestra cabeza veleta y se pierde por la estratosfera.
Así que después de auto terapizarme, ver fotos de Viggo Mortensen tatuado con cruces y observar cómo se frota el ojo la chica que está sentada enfrente mío, lo voy a hacer.
Voy a escribir eso que he estado masticando, soñando y duchando con evasión.
Lo sé, es lunes. Quizás esa sea la verdadera piedra en el zapato.