sábado, 1 de diciembre de 2012

No hemos venido a esto

Ausencias y presencias, llegadas con orquesta gitana de fondo o absoluta invisibilidad. Siempre nos debatimos entre opuestos imposibles de conciliar para entender qué pintamos en este decorado donde nos han dejado a la aventura.
Principalmente hemos venido a reproducirnos y bajo este paraguas conceptual, entraría la idea de diversión. Eso está en las antípodas del Gran Aburrimiento, un concepto que muchos tratan de implantar a cualquier precio, a veces por desconocimiento, otras por exceso de miedo, alcohol y frases repetidas de emails en cadena soporíferos.
Las noches de los viernes y sábados y por extensión la del resto de la semana han sido diseñadas para que nos mezclemos con otros conejos solitarios de la fábula y corramos de madriguera en madrigura entre risas y faldas. No para jugar al quién es quién, soy de Noruega, yo de Orihuela, a mí me gustan las guindillas, yo soy más de croquetas de pollo.
No me interesa más. Mis bases de datos rebosan de datos aleatorios sin aparente conexión que distan del calor humano.
Me pregunto por qué la gente se refugia en la palabra para acercarse a los demás. Ya sé que estan salen de la boca como una ristra de chorizos, pero es que siempre te ofrecen el mismo, que sabe a corcho.
Propuesta de la semana: acercarse a un extraño, soltarle cuatro frescas hasta conseguir cuatro risas. Y luego, sobre la marcha...

lunes, 5 de noviembre de 2012

El arte de divertirse

Una no valora lo que tiene hasta perderlo. Un pensamiento que ha pasado a la categoría de clásico entre los clásicos. Aplicado al contexto festivo, se puede decir que en el Mediterráneo una sabe cómo pasárselo bien. Atribúyase el mérito al mar, los vinos o simplemente la brisa de nuestros cuatro árboles pelados.
El viernes fui egregia invitada a otra fiesta. En esta ocasión no me cuestioné si la música era buena o mala ni sufrí ningún tipo de atropello. Simplemente me aburrí.
Aquí las fiestas se entienden como sentarse en el sofá y hablar. Y meterse entre pecho y espalda muchas cervezas que te llevan a hacer cola en baños ajenos y entablar conversaciones delante de inmaculadas puertas cerradas con otros bebedores de bufeta incontinente.
Ays. Y si necesitábamos más elementos de terror, aquí los tenemos: decenas (literal) de bolsas de palomitas, patatas de diferentes gustos y pelajes, madalenas, dulces de diferentes formas rebosantes de calorías y gominolas. Me empacho con sólo recordarlo.
Como puntos a favor me enteré que la capital de Taiwan es Taipei, que los taiwaneses son sumisos como los japoneses, que hay un 3% de paro en Edinburgo y que a las 8,45 los supermercados de la calle Nicholson liquidan la sección de bollería, reduciendo los precios a la mitad.
Así que si un día os invitan a una fiesta y parece una reunión de venta de tupperwares, no os asustéis. Seguro que acabáis empachados de azúcar y ampliáis vuestros límites geográficos y mentales.

sábado, 27 de octubre de 2012

Fiestas que no convencen

Yo y mi resaca nos disponemos a narrar la epopeya que supone hoy en día ir a fiestas. Sales de casa con la idea de claro, tengo que divertirme, me he pasado la semana encerrada entre fluorescentes y aire enranciado, necesitado de renovación. Necesito hablar con otros humanos y olvidar por unas horas mi lista de obligaciones.
Te vistes, te peinas, entiendes la calle donde vas a ir a parar y empiezas a canturrear por la calle.
Ding dong, entregas tu vino ceremoniosamente al anfitrión y ves que hay tres personas más aguantando la pared de la cocina (qué manía con reunirse siempre allí, como si fuera algo exótico) y tú. Empezamos bien. Carencia de baile, exceso de conversación. Error.
A mí no me convences con anécdotas sobre la extinción del papagayo. A mí me muestras hechos: cómo levantas las piernas y haces movimientos dignos de un acróbata chino. Ahí vamos bien.
Esto no estaba pasando. Me presento al grupo, que si artistas y doctores en Física. No hay escapatoria, intento ofrecerme de dj para salvar la noche.
Lo que empezó siendo un éxito acabó en profunda indignación. El famoso anfitrión me dijo literalmente "En mi casa nada de Aabba ni Pet Shop Boys. Es mi fiesta y es mi casa".
Le miro sin parpadear y le contesto que entonces no me invite a sus fiestas.
Desaparezco entre la muchedumbre (las horas pasan y llega más gente) y me cago en todo. Animada por el vino regreso al salón y le digo que si la gente no baila es que algo no funciona. Esto es como lo de "Hago películas para mí". Entonces te las pones en el water de tu casa y no nos torturas.
Moraleja: si en una fiesta no ponen Abba, esfúmate.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La especulación me cansa

Ahora que vivo algunos kilómetros más al norte de donde solía vivir, a parte de pedir el café en otro idioma y descubrir la pasión colectiva que hay aquí por llenar las tazas de espuma, con lo que el café con leche tiene el mismo valor nutritivo que un bistec, he desaprendido a hacer la compra.
Sin ir más lejos, ante elegía los huevos en 20 segundos. Ahora, tengo que leerme unas 10 cajas de huevos hasta elegir el mal menor: huevos aparentemente criados en semi libertad. Vaya, que las gallinas no se desmontan como he visto en algunos documentales.
Dicen que en la variedad está el gusto, pero es mi pregunta es: ¿hace falta tanta variedad? 6 tipos de leche, 10 tipos de patatas, una estantería llena de cereales (suerte que la comida de perro está en otro lugar, si no podría caer fácilmente en la trampa).
Confusión. Mucha. Y encima esa bonita costumbre de hacer la compra con auriculares, con lo que el supermercado está lleno de zombies a ritmos silenciosos de house o folk que se debaten entre mantequilla con sal o queso con arándanos. Todo es elegible. Todo, todo. Incluso si quieres bolsa, tarjeta de fidelidad o el ticket en papel.
Quiero que me hagan la cena y esa opción no está disponible. Los maquiavélicos directores de márketing en el fondo no saben lo que realmente necesitamos.

domingo, 21 de octubre de 2012

Carencias y paisajes

Es un día soleado y sin embargo noto el clásico vacío en la zona del esternón. ¿Ahora qué mosca me pica en concreto? Intentas pensar que si esto o aquello, quizás un poco de cafeína, un mordisco de chocolate o algún otro remedio capitalista podría llenar ese hueco intercelular. Pero no se te ocurre ningún tipo de tirita para ese río de tinta hacia el corazón.
Decides seguir con tu día y aligerarlo con la famosa toma de perspectiva. Entonces me vuelco en la gente de la calle, ese estupendo espectáculo gratuito fuente de evasión.
Veo a unas 8 personas cargadas con bolsas consultando su futuro en sus teléfonos móviles. Aburrido y previsible. Virgencita, que no acaben con sus cuerpos recubiertos de moda en el hospital más cercano con algún hueso dislocado.
Mi espacio vital es avasallado por una mujer con mirada desencajada empujando un carrito con dos niños tamaño familiar mientras analiza con avidez un vestido de fiesta del escaparate donde estoy apoyada. Se confirma que todos queremos lo que no tenemos.
Y así observo como la gente, confundida como palomitas en una enorme sartén, van de aquí para allí, cargando zapatos, observando pantallas y consumiendo el tiempo.
Sin darme cuenta, la presión desaparece de mi pecho y empiezo a notar el efecto de los rayos solares. Y decido comprarme un gorro de avidor Made in China, porque todo es Made in China hoy en día y no hay solución. En fin, cuidado con China y sus productos imposibles.

lunes, 17 de septiembre de 2012

La vida se esconde en las cafeterías

Estoy tomándome el café iniciador-redentor del día en mi cafetería de hipsters habitual. ¿Por qué voy allí si en el fondo aborrezco los gestos absurdos y las modas peregrinas? No lo sé muy bien. Sólo sé que los camareros está buenorros, sonríen y parece que les importas por unos breves 14 segundos, el tiempo medio que tardan en transportarte tu recién fabricado latte de detrás de la barra a tu mesa.
Una mesa por cierto encontrada en algún contenedor de barrio de clase alta, algo desvencijada pero siempre estética, y con cuatro patas, algo bastante fundamental.
Es curiosa la trama improvisada que se urde aquí cada día. Como buena mediterránea, yo me pego a la cristalera, por donde entra la luz y se acumula un calorcito digno de Cádiz. Desde esta atalaya, miro a las jovencitas parapetadas en sus macs, con gesto concentrado, no sé si comprando acciones, mirando las últimas tendencias en gafas de la tercera edad o bien viendo vídeos picantes, fruto de su contacto visual con los camareros apolíneos.
Van vestidas aparentemente de cualquier manera, pero eso es una teoría incierta. Yo veo mucho trabajo internáutico detrás de esa pose descuidada pero profesional.
También hay hombres de 40 años que se comportan como las de 20, siempre vestidos como si un incendio se hubiese declarado espontáneamente esta mañana en su habitación, pero con la seguridad de que su combinación va a ser un bomazo estético.
Yo ya me he acabado mi café y voy a iniciar mi peregrinaje hacia el frío exterior. Pero voy confiada: hoy me han dibujado un corazón en la espuma del carísimo café. BIEN.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Yo procastino, tú procastinas

Amigos y desconocidos,
La tierra no me había succionado en un tremendo vórtex, junto a banqueros y gentes de baja estofa, nuestro sueño colectivo. Pas ça.
Es que el verano es muy perro, y esos solazos en la cara, luego la humedad, sudar por lugares inverosímiles, que contrariamente a lo que uno piensa, secretan agua y minerales... La ropa pegada al cuerpo, la tensión por los suelos y la capacidad de decisión totalmente anulada. Solo se visualizan duchas y playas al atardecer.
Vamos, que sólo con un cebo del estilo de una cerveza fría una mueve el culo.
Y como últimamente estuve hospedada en casa de mi madre, más que darme cervezas, la mujer me ofrecía bistecs y ese tipo de cosas que dan las madres, con lo que el rendimiento literario ha sido bajo.
Luego también he tenido altos: en lectura y edición de vídeo. Sí señor, a pesar de las temperaturas dignas de un hamam intensivo y permanente, he conseguido acabar mi tercer documental.
Tendría que haber hecho un tráiler promocional ahora que lo pienso, pero mi agente de márketing, o sea yo misma, va resolviendo necesidades sobre la marcha.
Tengo que venderme yo, lo que escribo, lo que pienso y lo que sueño. ¿Por qué todo es vendible y mercadeable? ¿Podemos vivir todavía con cierta laxitud, sin peinarnos y sin tratar de convencer a todos que somos lo más? Ya tenéis un tema más en que pensar.
Y después de este monólogo, voy a encararme a mis pequeñas tareas. Pequeños gigantes de piedra que esperan ser desnudados. Voy a sacaros la camiseta de un tirón. Ahora.

jueves, 12 de julio de 2012

La ciudad de nadie

Todos sabemos a estas alturas que Barcelona está vendida y que incluso nosotros formamos parte de este parte temático. El difunto gorila Copito de Nieve se sentiría más normal que el resto de los ciudadanos, figurantes de una tragicomedia involuntaria.
Paralelamente a esta triste realidad llena de vinilos que escupen paellas baratas y experiencias culinarias Mediterráneas a base de aceite de colza, me doy cuenta que esta ciudad ha sido también privada de su energía.
Donde antes había algo de desparpajo, ahora solo se ven caras de cansancio, atribuido a varias causas, desde el calor, a los sueldos de chiste, pasando por una vida sexual similar a la de Santa Teresa de Jesús. En fin, que da pena ir por la calle.
Supongo que como hoy me siento existencial, todo lo veo así. Al ritmo que la vida despacha noticias restrictivas, cada vez eso que se llama alegría de vivir o ilusión, va menguando, hasta alcanzar el tamaño de la uña pequeña de un pie de bebé. O sea, casi desaparece, con lo que la gente es ya entonces carne apilada con determinadas necesidades físicas.
Quiero pensar que ante tanta presión exterior, floreceremos por dentro, como hermosos jardines tropicales. O quizás nuestro corazón se vuelva una hermética piedra pómez.
Sólo sé que si ahora me preguntan si aquí se batían palmas y se llenaban pistas de baile, los mandaría hacia Lima, donde testimonios anónimos aseguran que allí todavía brindan por algo.

martes, 10 de julio de 2012

Cuando seamos momias

Ha llegado a mis manos una tediosa carta de esas que implican ir a pagar recibos al banco. Tenía varias opciones, una de ellas era al Banco Santander para solucionar el entuerto. Me he encaminado hacia allí con resignación, pues intento evitar este tipo de establecimientos. Son puticlubs con atrezzo de casa de cambio.
De entrada, hay unos detectores de metales que parten de la base que llevas bragas de cota de malla y un par de kalashnikovs metidos en el bolso. Lo he dejado todo en la taquilla, solo me quedaba meterme dentro a mí también.
"Buenos días, vengo a pagar este recibo". El banco estaba desierto, solo había una mesa ocupada con dos seres quijotescos. El uno haciéndole la pelota al otro por ser un cliente adinerado. Hasta le ha abierto una puerta especial para que saliese de allí, evitando el vergonzante detector de metales.
La cajera me indica que estamos fuera de horas y que no puede ser. Dejo el lugar entre arcadas y "Jesusito de mi vida, mantenme lejos de estos lúgrubes parajes".
Parece que si tienes dinero y cuenta en todos los lugares imaginables la vida es más fácil. Si no, te vas a correos y te desayunas 40 minutos de cola, estilo Rusia comunista, que es lo que me ha tocado hacer.
En mi espera, he visualizado muchas momias mezcladas con gallinas, esperando en bancos, estampando recibos, pasando el tiempo invisiblemente. Y he pensado, al menos los pescadores sienten la brisa del mar en la cara. Paciencia y evasión, a partes iguales.

miércoles, 4 de julio de 2012

El factor humano

La situación actual navega entre el caos y el delirio. Lo máximo que uno puede aspirar es ser un aplicado grumete tocado con gorrito rojo que procura mantenerse en cubierta, a pesar de los constantes embates y severo mar de fondo.
Y así, en esta sopa de negatividad, me niego a convertirme en un vertido tóxico.
Es en los momentos más difíciles y oscuros que la linterna mágica que todos llevamos dentro brilla con una tímida intensidad desconocida, olvidada.
La crisis nos ha hecho a todos menos frívolos. Supongo que por necesidad. Igual soy yo que me he mistificado, pero parece que pasó la hora de los excesos. Ya no veo manadas de todoterrenos exultantes y metalizados, que recordaban la importancia del fajo de billetes debajo de la almohada y la necesidad de foie de canard en toda nevera nacional.
El filón italiano de ropa llena de strass, lycras escotadas y morenos de plancha, ha dejado paso a un estilo anodino, donde manda la discreción.
Parece que la gente ha devuelto el significado a disfrutar un minúsculo cortado en una terraza soleada. Los relojes macizos se revuelven en las casas de empeño para dejar lugar a muñecas liberadas, seguramente más independientes y sanas.
Y la nota humana del día la aporta el guardia de seguridad del Inem de calle Aragó. Me ha acompañado caballerosamente a la máquina de sellar la prestación y me ha deseado un feliz día de corazón, con sonrisa a prueba de uniformes.
Él es el apuntador invisible de estos días de cinturones apretados y siguiente por favor.

miércoles, 13 de junio de 2012

El refugio de la manada

Conducía ensimismada mirando las nubes cambiantes a golpe de viento. En la radio, las peores canciones de la historia de la música, jugaban a anestesiarme las trompas de Eustaquio. Uno de esos días donde te concentras para seguir con tus rutinas, porque tu pesado cuerpo primaveral pide cama y apearse del mundo.
A la altura de Montgat, una conocida sensación de tristeza me ha invadido. Tendría que pasar por el peaje, y como persona medio sensibilizada con la situación emocional-socio-económica que nos rodea, lo lógico sería pararme y decir que no quería aflojar ni un euro.
He pensado que una vez allí decidiría, ya que seguramente alguien más lo haría. Pero nadie lo ha solicitado, al menos que yo haya visto, y ese hijo de perra que es el inconsciente, me ha llevado al carril de pago automático donde una máquina voraz quería mi Visa y no mis razones revolucionarias.
He pagado 1,29 y he arrancado profundamente ofuscada. Nos refugiamos en los movimientos conocidos y previsibles para pasar los días invisiblemente, sin mayor problema. Aunque para ello nos traicionemos y nos sintamos una mezcla de hamster y rata de alcantarilla industrial.
Los grandes ideales se evaporan al ritmo de la canción del verano o los brindis con los primeros gazpachos. Creo que nos hace falta doble ración de Siberia, a ver si reaccionamos todos de una vez. Porque no somos islas inconexas, somos un vasto territorio que necesita aires de esperanza. Y como dice una amiga, que se metan por el túnel trasero el Eurovegas. Ánimo, no estás solo-a.

martes, 5 de junio de 2012

Los 30 son los nuevos 20

Lo que empezó siendo un titular de revista de ropa cara y modelos venidas del Este, acabó por materizarse en la vida real, donde la gente come chistorra y no enseña mansiones custodiadas por perros de raza.
La verdad se destiló en una discoteca, los nuevos púlpitos del siglo XXI, donde un poeta de la noche me soltó que yo tenía 24 años. Si no fuera porque le sobraban 5 copas, hubiéramos forjado una maravillosa amistad.
Luego seguimos en la tanda de festivales. Aunque en tu fuero interno te sientes como la tía abuela de las masas hormonadas, piensas, mejor estoy aquí que no viendo una serie que me recuerde mi condición efímera. Quememos las batas de casa, no sé qué descerebrado las inventó.
Una vez en el descampado de turno, te pillas cualquier tipo de bebida alquímica a 10 euros, y a pasar la tarde-noche. Si al final lo que cuenta es la actitud, todo el mundo va vestido como si estrenara 18 años, incluso los que vendieron su alma al banco a cambio de un nidito donde poner huevos con cierta seguridad.
Y la guinda a esa actitud veinteañera, donde todo es posible, es salir el domingo y volver a casa bailando la jota.
El domingo es ese día que la religión ha declarado como sagrado, de retiro, donde puedes hacer una lista de tus pecados, purgarlos, hincharte a chocolatinas y jurar que dejarás ese trabajo tan bíblico en cuanto puedas. Ese día te das cuenta que tus brazos empiezan a moverse en estático como un flan con nata, descubres tres canas nuevas y encima todo el peso del mundo se coloca en tu esternón, ahogándote la respiración.
Así que con alegría, uno sale el domingo, ni que sea a contar farolas. Esta vez caí en las redes de un nuevo festival. Compré unas cervezas al primer paqui sonriente y a canturrear nuevos himnos de salvación.
Amigos, que no os engañen, lo de la edad es para someternos a más malos rollos de los que necesitamos. Eliminadla.

miércoles, 23 de mayo de 2012

No todo va a ser lloriquear

Que la vida azota en las costillas como la picadura de un mal bicho, es cierto, qué se le va a hacer. También hay buenos aceites reparadores para embalsamar heridas y recomponer cuerpos tullidos.
Con tanta crisis y discurso mortecino apenas me había dado cuenta de que la gloriosa primavera ya ha se ha instalado en la ciudad. Sin grandes aspavientos, se ha encargado de regargar el ambiente con aromas perfumados.
Y pienso, ¿esta pandilla de irresponsables que nos gobiernan no van a parar de vomitar basura? ¿Es que van a lograr que olvidemos esos placeres básicos y casi gratuito como observar un esqueje brotar de la nada?
No sé vosotros, pero leer el periódico se ha convertido en un efectivo purgativo online. Es leer y ganas de ir al baño.
Una amiga me contaba que se ha pasado a las rancheras y otros productos de consumo fácil porque le daban ataques de ansiedad mientras conducía y escuchaba tertulias de supuestos expertos en varias materias.
Es que ya no se va a poder consumir un yogur a gusto ni pegarse un revolcón. Todo conlleva hoy en día infinitos efectos secundarios y de imprevisibles consecuencias.
Parece que lo de las guerras con tanques y cuchillos ha quedado relegado a los países más pobres. A los occidentales de bien nos da pereza meternos en una guerra, ¿no? Con lo fácil que es jugar al apalabrados, donde te dan puntos por palabras que ni existen.
Esa es una poco la metáfora. Nos conformamos con rutinas facilonas que más o menos nos consuelan el espíritu, mientras somos víctimas de una verdadera contienda mediática, donde el desgaste se imprime cada día con diferente letra. Me niego a tragar más quina. Yo lo que quiero es acción y fuego.

domingo, 20 de mayo de 2012

Gente

Una de las máximas de mi padre era y es lo difícil que es tener amigos. Yo le miraba en plan pobre hombre, no ha descubierto una de las mayores bondades de esta vida. Yo, que creía a pies juntillas en esos rollos de la fraternidad, igualdad y juramentos gitanos con sangre, hasta el final. Y van pasando los años, y me siento como un geranio arrancado de su maceta. Como que ya no pertenezco a una tierra concreta y la variedad de plantas de mi alrededor me es bastante igual. Antes era devota de esa religión new age que es la amistad y estos días, como que estoy un punto desengañada. Es un poco de manual eso de que la gente cambia, pero en realidad es así. Pasan los años y el contacto se vuelve hilo de seda, frágil unión que mantiene teléfonos encendidos, donde antes había extendidos magníficos telares de seda llenos de color. ¿Y por qué? ¿Qué dioses paganos vestidos de ocupación nos separan océanos de tiempo? ¿Por qué esta letanía de soledades? Llámese edad moderna, postmoderna o neanderthal. Es un poco todo lo mismo. Con o sin iphone. Sólo sé que tengo la agenda llena de números y sólo marcaría unos 6. No más. Y que con pocos y pocas me iría a cazar jabalíes. Supongo que cuando la vida nos obsequie con unos cuantos palos a cada uno, a lo largo y ancho de estos días tecnificados, reuniremos nuestras chepas encorbadas otra vez, buscando un fuego conocido donde arrimarse. Y nos abrazaremos de nuevo. Mientras tanto, consumimos sopas frías en esquinas deshabitadas, con un runrún de fondo de redes sociales en piloto automático, anunciando grandes anécdotas que nadie escucha con atención.

martes, 1 de mayo de 2012

Despedidas

Uno traza límites y grandes fechas épicas en su cabeza, y cuando se rebasan, con o sin sudor en la frente, te quedas como, "Ah, ¿pero era eso?". Sí, lo era. He vaciado una casa largamente poblada durante seis años, y fantaseaba con el día que tendría que decirle al administrador más rancio de Europa y allende, el nuestro, que dejaba mi pequeño rincón. Lo verbalicé sin demasiada emoción y bajando Via Laietana el otro días, con el paso y el reloj apretando la cita de renuncia al piso, no sentí demasiado. Llámese madurez, falta de expectativas o simplemente que la fantasía se encarga de hinchar eventos que luego son bombas de humo (también aplicable a citas, entrevistas de trabajo y vacaciones románticas). El caso es que a las 9,10 de la mañana, entré por la puerta del magno administrador, intercambiamos cuatro números, ni unas preguntas de cortesía por su parte, todo muy al grano, cuándo pagó el último recibo de la luz, ha cerrado la puerta bien, conoce al nuevo inquilino. Me hice la sueca y la rusa juntas. Que se meta en google y explore pasados y futuros. Que para sacar los euros a la gente ya está bien entrenado. Estaba bastante autocontrolada hasta que me reclamó 35 euros por un diferencial entre el depósito y el alquiler del último mes. Ahí me latió fuerte la patata y la decencia. Le dije si no le daba vergüenza, después de pagarle varias vacaciones en Benidorm, reclamarme esa miseria. Se puso como un dragón enfurecido arguyendo que eran para el propietario. Le puse los billetes en la mesa y me largué sin portazo. No había nada que golpear. Y pensé, por mi como si te forras el water con billetes de 5. Míos no serán. Y ahora, a otra cosa. Siguiente, por favor, siéntese en la camilla rosa.

jueves, 19 de abril de 2012

Oh Kenny

No te conozco, pero pareces un buen chaval. Ya en tu primer mail te presentaste como Kenny Song, "una promesa para ti y con la mejor reputación". Pas mal, un paso hacia adelante sin falsas modestias, en esta occidentalizada cultura de muchas miradas y poca acción. Lo aplaudo.
Nos hemos enviado hasta la fecha unos 12 mails, y yo no sé ni que hora es en China, pero igual recibo respuesta inmediata. ¿Eres un robot, Kenny? ¿Ya me comes? ¿O tu dieta es a base de tuercas y Tres en uno? Pareces simpático de todos modos.
El mito de los chinos amargados quizás solo haya llegado a la península. Un 80% de los chinos con los que me relaciono siempre tienen cara de seta. También hay alguno más animado, pero pocos tan enrollados como tú. Hoy hasta me has dicho "que tengas un buen día". Y yo te he dicho que same for you.
En fin. Cómo será la vida en Shenzhen, desde donde escribes tan diligentemente. No lo sé. Si eres tan feliz como lo que transmites por mail, me alegro por ti. Será que has encontrado tu lugar en el mundo.
Sin más, espero tu próximo mail puntual y cortés mañana, enviándome una foto del prototipo que te he pedido. Tu en China y yo en Gracia, y parece que nos hemos tomado ya unas cañas. Kenny Song, rompedor de estereotipos amarillos, te deseo un feliz y anónimo día a 9850 km de tu polígono industrial.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Los zapatos chinos no te ayudan en la vida

Puedo decirlo y lo digo que hay artefactos malignos cuya misión es arruinarte el día. Bajo el hechizo de la forma, la fatua belleza, uno/a compra objetos que le van a pasar factura tarde o temprano. Esa soy yo, cuando me alejo de mi casa. Hechizada por la palabra rebajas entre en una tienda, en principio cara, que debido a los descuentos se había convertido en barata.
Hasta ahí bien, las dependientas te adulan y tú dices sí a todo. Elegí un par de zapatos estupendos. Son mi debilidad. Me olvidé de ver en qué punto planetario los habían ensamblado. Error.
Un día soleado me los puse, para celebrar que estaba viva y coleando. Me pongo los zapatos chinos asesinos y volví a mi casa caminando como una foca, con escasa movilidad, apoyada cómicamente en los talones. Veredicto: dos agujeros en la parte trasera de cada pie. Betadines, tiritas y un juramento: viva el producto español.
Los zapatos chinos, amigos, son duros como piedras. No sé si sacan la piel de ratas viejas pasadas por lejía. No quiero ni imaginármelo, pero son duros como dos huevos pasados por agua.
Esta historia es una metáfora aplicable a: hombres, trabajos, casas, vecinos y demás. Todo parece bello y armonioso, pruébatelo y a ver qué pasa. Si está hecho con cariño sobrevivirás. Si no, directo al container y pon rumbo a la farmacia más cercana.

miércoles, 29 de febrero de 2012

Seres de otro mundo

Venga, me decido. Voy al Ayuntamiento de mi barrio, por fin, y pido una visita con un técnica para que me informe de un asunto de licencias. Llegas a ese edificio domótico estilo NASA donde ves claramente que se han gastado sin problemas los euros de los contribuyentes. No me sentiría mejor si trabajaran en unos barracones, que es donde yo estudié, por ejemplo, pero ves que allí no van faltados de nada.
Con esa actitud asumida inconscientemente de "aquí atamos a los perros con longanizas", me atiende el ínclito técnico Jose Manuel no sé qué más. Su biorritmo era ya mortecino, aunque luchaba por ser eficiente. Ha respondido a todas mis preguntas, ha sacado mapas y ha recordado a cada segundo la importancia de seguir las leyes del Ayuntamiento y las normas. Con actitud serena y eclesial ha ido recitando desde su pantalla, para mí, numerosos teléfonos y direcciones donde me guiarán mejor en cada ámbito que sea necesario.
Después de ver con bastante claridad que desarrollar cualquier actividad legal en este barrio es más difícil que robar bolsos, me despido cordialmente, no sin antes recordarle, que ante tanta dificultad, solo las grandes nóminas y patrimonios van a obsequiarnos con sus decadentes negocios pequeñobuergueses. Sonríe como un robot humanizado. Debe ser lo más escandaloso que ha escuchado hoy. No me importa, mi misión es que se dé cuenta de que vive una hornacina de cristal. Ahí fuera hay pises de perro, gente desorientada y jubilados amontonados.

martes, 28 de febrero de 2012

Día oficial de la felicidad

Qué le vamos a hacer si he nacido con el don de observar y de rajar. Qué le vamos hacer. Hay gente que pasa por la vida con los famosos litros de horchata en las venas. Yo llevo una mezcla de té moruno, chili picante y cafeína. Pero el mensaje de hoy es, a pesar de: Mourinho, los soporíferos telediarios, los modelos de belleza obsoletos, las tallas 38 que te hacen puré el chocho y un largo etcétera, voy a expresaros mi felicidad a día de hoy. ¿Será que he tenido plan camero? Negativo. ¿Será que tengo un nuevo vecino sueco que toca sonatas de piano? Negativo de nuevo. A día de hoy pienso: me he tomado un té, hace sol, la bomba nuclear no asoma detrás de mi cogote y mi edad indica que todavía me queda mucho por vivir. Con lo que llego a la conclusión de que toda esa tediosa basura encabezada por la crisis, nuevas bacterias que se crían silenciosamente en naves industriales con la intención de hacernos dependientes de medicamentos varios y otras somnolientes realidades, me la traen al pairo. No quiero fijarme permanentemente en las grietas por donde supura la ansiedad colectiva, quiero concentrarme en este bonito volcán que hemos coronado: la vida. No van a conseguir aguarme la fiesta. Porque estoy harta de abrir periódicos y desear ser una ardilla. Esta guerrilla silenciosa de desazón y desmoralización masiva ya les viene bien. Están muy interesados en que estemos permanentemente tristes y con el ojete bien prieto para decir sí a todo. ¿Pues sabéis qué os digo? Que yo digo que NO. Que esa no es la vida que yo quiero. ¡Ala, a las barricadas urbanas y de pueblo!

viernes, 17 de febrero de 2012

Cosas que deberías saber

Mi casa está invadida de hormigas. Citaré algunos de los lugares top rareza donde las he encontrado (podría ser comparable a lugares donde la gente tiene relaciones sexuales y ni te lo imaginas): dentro de la tostadora, dentro de la jarra de agua (y eso que tiene una tapa), en el escote, dentro de la cama, en el grifo, saliendo junto al agua...Quiero pensar que es como un sudoku de esos de maquinita japonesa, es muy útil para que tenga activadas todas mis facultades mentales.
La verdad es que son un verdadero coñazo. Te despistas y ahí están. Un día les grité: si yo no voy a tu casa, tú no vengas a la mía. De nada sirvió, aquí están, dándolo todo en pleno mes de febrero. El tema es que un amigo me puso al día de hechos cotidianos de estos insectos, totalmente desconocidos para mí: no se alimentan de la comida que intentan llevarse, sino de un hongo que sale cuando sus almacenes de víveres se pudren. Van al calor (esto debe ser obra del cambio climático, antes sólo estaban aquí en agosto dando por culo, ahora todo el año, en fin) y por mucho que las tire por la ventana, con la esperanza de que empiecen una nueva vida (cuando estoy de humor lo hago), se ve que las mato igual, ya que sin el hormiguero no pueden vivir. Le miré con cara de "¿Qué curso post doctoral me he perdido sin darme cuenta?"
Y su respuesta fue: Me gustan los documentales.
Moraleja: si no sé deshacerme de una pandillita de hormigas, ¿qué voy a hacer con todos los trolls que hay ahí fuera?. Entrenarme más y mejor.

lunes, 13 de febrero de 2012

Dígaselo cantando

Lo que va a ser narrado a continuación, ocurrió en la realidad, como los apagones de luz o las subidas de iva indiscriminadas. Ocurrió, con todas sus letras y decibelios.
Habíamos quedado para cenar en un lugar aparentemente tranquilo, lleno de tofu, quesos biológicos y verduras cuidadas con las manos amigables del hombre, cuando, a 38 centímetros, allí los vimos. Estaban todos sentados, como una fiesta de momias egipcias actualizada, cuidadosamente sentados, sin armar demasiado escándalo.
Cada mesa despachó su comida entre chin chins y conversaciones intrascendentes. Hasta que llegó el postre. Ahí se armó la performance. Voy a recordar las inclemencias invernales de aquella noche: estábamos a 2 grados y yo iba vestida de esquiadora. En algunas partes de Barcelona incluso cayó aguanieve.
A 38 centímetros, dos emuladoras de Victoria Beckham, con gran alboroto y vestidos palabra de honor, le cantaron a un tal Xavi, de la mesa de al lado, el Happy birthday a lo Marylin Monroe de Sabadell y le y se llenaron la cara de nata con un bote de spray debidamente vaciado con gran estruendo.
Aquello era el delirio. Todos haciendo fotos, y ellas paseándose en cueros con la cara untada de blanco. No sabía si reír o llorar. Lo que está claro es que la gente se divierte como puede o sabe, y bueno, mejor que hagan estos numeritos de dudosa calidad artística, antes que atracar bancos. Bueno, pensándolo mejor, quizás sería mejor que lo hicieran, vestidas como cabareteras y armadas con sprays llenos de nata. Eso me gusta más.

jueves, 9 de febrero de 2012

Rodeada de polvos infinitos

A la una de la noche de un día laboral cualquiera, con las actuales temperaturas y cierto hastío existencial bañado de invierno y crisis, lo mejor que uno puede hacer es meterse en la cama. Eso hice yo. Sólo sacaba las manos para pasar página de la revista que me estaba leyendo. Gracias a la fiabilidad y esmero de la arquitectura del barrio, empece a escuchar algo duro golpeando contra mi pared. Y sí, amigos, es lo que imagináis. Luego hubo unos cuantos agudos y bueno, una letanía golpes sordos pero constantes de fondo. Lo que me sorprendió, es que me leí como 7 páginas y la cosa seguía. Claro que sí, hay que comer buenas chuletas y platos de lentejas, que luego se necesitan.
Creo que me dormí y la cosa seguía. Me alegro por los agraciados, a veces la lotería toca sin jugar.
La escena es un poco Bridget Jones, la verdad. Yo en la cama con un pijama de color pistacho (??), heladad de frío, visualizando una escena tórrida a un tabique de distancia, mientras yo leo las aventuras delirantes de Courtney Love, que según ella esta cansada de ser Courtney Love. ¿Acaso no estamos todos a veces cansados de ser unos mismos? Podéis hacer una reflexión mental mientras esperáis al autobús. Yo creo que mientras unos-a no se traicione, la cosa va bien. Está claro que ser uno 24 horas al día es todo un trabajo.
Otro tema que me inquieta es lo que suele suceder cada viernes. Me cruzo con parejitas vestidas con esa mirada de confianza que da saber que tienes a la presa bien atada y que es viernes y vas a tener un revolcón asegurado. Y tú no.
En fin, las ventajas de los safaris improvisados es que a veces cazas bambis, otras osos polares y la mayoría acabas en un bar de veteranos comparando escopetas.
Mañana es el día del amor marital y pactado. Ya os he avisado.

martes, 31 de enero de 2012

Bailando en el país de las momias sobreviviré

El otro día fui a un concierto. Llevaba las gafas puestas, con lo que pude diseccionar con exactitud aquel frigorífico de carne mal iluminado.
Para empezar vi a un tío clonado a Andrés Calamaro. Pensé, ¿qué hace un tipo como tú en el Apolo un domingo por la noche? Yo no sé si era su primo o su doble oficial, pero el detalle que me disuadió de que aquel hombre fuese mi adorado Calamaro era que llevaba unas botas Panama Jack negras, seguramente, junto a un par de zapatos de salón, lo último que se pondría el maestro. Sin más, dejé mis fantasías fetichistas a un lado y me concentré en el concierto.
Tocaban Emily The Great y Papercuts. El público, y ahí enlazo con el concepto de frigorífico, parecía que estaba criogenizado por las bajas temperaturas, el efecto crisis y una falta de sexo y de sangre en vena que los dejaba al borde del colapso. Aunque la cantante se esforzara, lo único que consiguió fue un leve bamboleo de algunas piernas bañadas en gin tonics dominicales. Eran zombies melancólicos, seres sensibles que sufren en sus complicadas existencias, la mayoría artísticas, con lo que cualquier expresión de júbilo está vetada en sus pupilas. Error.
La verdad es que la gente, lo siento mucho pero es así, es un auténtico muermazo. En el valle de los Reyes egipcios hay más movimiento que en los locales nocturnos y diurnos de esta ciudad. "Vale, bueno, mmmsí, vale...": balbuceos desconectados de la vida, del todo o nada, del vamos a hacer algo bueno de verdad.
Yo lo veo así, no sé como se siente al otro lado de la pantalla, en vuestro ordenador. Se aceptan ideas.

jueves, 26 de enero de 2012

No soy un hamster de restaurant

Ni tampoco un pony de laboratorio. No, queridos. Aquí vuestra predicadora de cabecera, es una ciudadana digna y valiente, dispuesta a luchar contra el aburrimiento, esa nube que se cierne bajo el chubasquero de la Merkel y un largo etcétera de obstáculos todavía por definir.
El caso es que el otro día quedé con dos buenos amigos y fuimos a un restaurante con la triple calificación BBB, o sea bueno, bonito y barato. A nuestras espaldas un grupo perfectamente camuflado en sus ropas de sábado, compuesto por una mujer que llevaba mechas (siempre atentos, suelen ser peligrosas...) y dos hombres, se dedicaron a analizar toda nuestra conversación, como se descubrió más tarde.
Mis pony amigos y yo estábamos diseccionando las últimas aventuras urbanas, ya que los había dejado 4 semanas en libertad. A la vuelta me encontré sexo 24/7, agendas llenas, tirones de espalda y alguna resaca por resolver.
Se descubrieron las escuchas ilegales cuando mi amigo dijo que él era más de culo que de tetas (antes era al revés, pero parece que el chaval ha evolucionado. Un día llegará a la cabeza y al corazón jojo). Ante esa soberana afirmación, nos interpeló la falsa rubia con un: "Has dit cul i tetes?" y una risa enlatada que me recordó a una falsa gala de fin de año. A partir de ahí y mediante 4 frases dispares intercambiables y sin riesgo alguno, descubrimos que nos habían estado escuchando y bueno, al menos pensé, ahora seremos un poco más amigos.
Pues no. Después de interactuar brevemente con los hamsters de restaurant, o sea nosotros, y ver que éramos de una especie distinta, se giró y dijo que iba a continuar con la cena. Yo pensé que qué suerte tenía al estar sentada en mi mesa con mis amigos y no en la otra. En esta vida hay que elegir. Y es importante el bando en el que vas a poner tu plato, el trasero y los amigos. ¡Feliz año no apocalíptico! Yo me siento un poco más preparada. ¿Y vosotros?