martes, 31 de enero de 2012

Bailando en el país de las momias sobreviviré

El otro día fui a un concierto. Llevaba las gafas puestas, con lo que pude diseccionar con exactitud aquel frigorífico de carne mal iluminado.
Para empezar vi a un tío clonado a Andrés Calamaro. Pensé, ¿qué hace un tipo como tú en el Apolo un domingo por la noche? Yo no sé si era su primo o su doble oficial, pero el detalle que me disuadió de que aquel hombre fuese mi adorado Calamaro era que llevaba unas botas Panama Jack negras, seguramente, junto a un par de zapatos de salón, lo último que se pondría el maestro. Sin más, dejé mis fantasías fetichistas a un lado y me concentré en el concierto.
Tocaban Emily The Great y Papercuts. El público, y ahí enlazo con el concepto de frigorífico, parecía que estaba criogenizado por las bajas temperaturas, el efecto crisis y una falta de sexo y de sangre en vena que los dejaba al borde del colapso. Aunque la cantante se esforzara, lo único que consiguió fue un leve bamboleo de algunas piernas bañadas en gin tonics dominicales. Eran zombies melancólicos, seres sensibles que sufren en sus complicadas existencias, la mayoría artísticas, con lo que cualquier expresión de júbilo está vetada en sus pupilas. Error.
La verdad es que la gente, lo siento mucho pero es así, es un auténtico muermazo. En el valle de los Reyes egipcios hay más movimiento que en los locales nocturnos y diurnos de esta ciudad. "Vale, bueno, mmmsí, vale...": balbuceos desconectados de la vida, del todo o nada, del vamos a hacer algo bueno de verdad.
Yo lo veo así, no sé como se siente al otro lado de la pantalla, en vuestro ordenador. Se aceptan ideas.

jueves, 26 de enero de 2012

No soy un hamster de restaurant

Ni tampoco un pony de laboratorio. No, queridos. Aquí vuestra predicadora de cabecera, es una ciudadana digna y valiente, dispuesta a luchar contra el aburrimiento, esa nube que se cierne bajo el chubasquero de la Merkel y un largo etcétera de obstáculos todavía por definir.
El caso es que el otro día quedé con dos buenos amigos y fuimos a un restaurante con la triple calificación BBB, o sea bueno, bonito y barato. A nuestras espaldas un grupo perfectamente camuflado en sus ropas de sábado, compuesto por una mujer que llevaba mechas (siempre atentos, suelen ser peligrosas...) y dos hombres, se dedicaron a analizar toda nuestra conversación, como se descubrió más tarde.
Mis pony amigos y yo estábamos diseccionando las últimas aventuras urbanas, ya que los había dejado 4 semanas en libertad. A la vuelta me encontré sexo 24/7, agendas llenas, tirones de espalda y alguna resaca por resolver.
Se descubrieron las escuchas ilegales cuando mi amigo dijo que él era más de culo que de tetas (antes era al revés, pero parece que el chaval ha evolucionado. Un día llegará a la cabeza y al corazón jojo). Ante esa soberana afirmación, nos interpeló la falsa rubia con un: "Has dit cul i tetes?" y una risa enlatada que me recordó a una falsa gala de fin de año. A partir de ahí y mediante 4 frases dispares intercambiables y sin riesgo alguno, descubrimos que nos habían estado escuchando y bueno, al menos pensé, ahora seremos un poco más amigos.
Pues no. Después de interactuar brevemente con los hamsters de restaurant, o sea nosotros, y ver que éramos de una especie distinta, se giró y dijo que iba a continuar con la cena. Yo pensé que qué suerte tenía al estar sentada en mi mesa con mis amigos y no en la otra. En esta vida hay que elegir. Y es importante el bando en el que vas a poner tu plato, el trasero y los amigos. ¡Feliz año no apocalíptico! Yo me siento un poco más preparada. ¿Y vosotros?