lunes, 21 de enero de 2013

Mejor que el yeti

Miro por la ventana. Nieve, ventisca; ni los cuervos se atreven a volar. La pesadilla climatológica de cualquier persona sensible a la luz.
Decido que me la pela todo, que no voy a sucumbir al tiempo ni voy a estar soñando con las playas de Torremolinos, que es el topicazo hispánico mayor. Así como la llantina generalizada de los expatriados lamentándose por las esquinas soñando con chorizo de Pamplona, cuando todo lo que encuentran al paso son cuatro salchichas mal fermentadas de cerdo rosa.
Me niego a engordar esa lista. Es cierto que hay delicias nacionales que merecerían estar protegidas por la UNESCO, pero la vida es algo más que aceite de oliva, ¿no?
Es leer la portada de El País, y como que me dan ganas de despelotarme y salir corriendo de mi casa, cruzar el parque y gritar con las amígdalas bien abiertas: ¡que os den, majaderos! Oficinistas y burócratas envenenados de poder campan a sus anchas por despachos cubiertos de caoba. El país se va a quedar expoliado de gente sensible, incapaz de aguantar vuestras sandeces.
Desde mi cama nórdica, he visto un bloque gris cubriendo la ventana. Ni me he inmutado.
Me he arrastrado hasta mi ropa fría, me he cubierto de lana y palante.
Lo dicho, siempre hay un nicho de felicidad alejado de la prima de riesgo y el sol de invierno.

miércoles, 16 de enero de 2013

Humanismos

Por mucho que te empeñes ahí está. Esa nuez en el pecho atascada. A mí se me pone ahí. Comes un cuadradito de chocolate. Parece que la feniletilamina surge efecto por 8 minutos. El cielo plomizo y eternamente atascado se encarga de recordarte que es invierno, que hace frío, que tienes sueño y hambre aunque técnicamente sea imposible. Y que mejor que te inventes algo para matar al tiempo, o el tiempo te matará a ti.
Tic tac. Me pregunto cómo lo hacían en el año 1564. Aburridísimos. Y ahora es más o menos lo mismo. Pero con maquinitas. Intercambias cuatro mensajes aparentemente humanos para llegar a la conclusión de que estás igual o peor. Tus manos tocan tus manos y el plato está vacío. Consuelo instantáneo, como las malas sopas químicas. Bienestar pasajero, para fijar de nuevo tu mirada en la ventana y ver que el invierno se cierne como un menhir.
Quién te mandaría tener sueños excéntricos y refugiarte en las colinas nórdicas. Si nuestro adn rebosa de termómetros atorados de mercurio. Pero el calor ya no es suficiente, hay que explorar algo más. Tiene que haber ago más allá de la tostada con aceite conocida. De la celebrada brisa mediterránea. Me meto en la cama y viajo a 1564 por vía mental. Una mujer sin sujetador me mira con parsimonia. Está igual que yo, pero en su cabeza no hay facturas de gas ni emoticonos. Mejor.

lunes, 14 de enero de 2013

Estado existencial

A veces es difícil desprenderse de esa parte de arriba cubierta de gris y pliegues, que se encarga de emitir pensamientos non stop.
Muchas veces pienso que sería mejor ser un oso panda, preocupada exclusivamente por mis mini pandas y otros amigos del bosque oriental, recolectar bambú tierno y aparcar mi trasero de panda en algún rincón medianamente agradable.
También me tranquiliza pensar que el hombre, desde que es consciente, siempre ha pasado por esos estadios de alta sensibilidad. Me imagino un señor feudal cubierto de anillos y rodeado de corderos asados con el corazón encogido como una esponja, sin razón aparente. O una mujer prehistórica observando un fuego menguante, perdida en su sombra alargada.
Es el precio de sentir, de estar conectados con la vida.
Me he puesto una película pastelosa con Ashton Kutchner incluido, donde la mejor frase decía algo así como que las cosas nunca suceden como planeamos, en especial los episodios de amor.
Ya me puedo ir a dormir más tranquila, pensando que soy un fideo más anárquicos en esta sopa de caos y albondiguillas. Esperemos caer en el plato adecuado.
Me estiraré en mi catre de panda, esta vez sin masticar bambú. Y soñaré con prados prehistóricos llenos de mamuts a la carrera, una versión libre de este decorado donde nos han colocado.

jueves, 10 de enero de 2013

El año maya nos saluda

Yo no sé si estaban liados los mayas poniendo unas pirámides por aquí, preparando un guacamole por allá, pero parece que hemos sobrevivido al supuesto fin del mundo y a sus apocalípticas predicciones. La verdad es que aunque el concepto mundo siga en pie, creo que está pasando por horas bajas. Todo parece una gran babosa que se mueve silenciosa, destruyendo campos de amapolas. Y solo nos queda hacer cuatro fotos con el móvil y colgarlas en el patio de vecinos online de turno.
Total, que todo muy bien. La familia tan disfuncional como siempre y yo viviendo bajo la premisa de una vida de farolillos y libertad. Es más, es maravilloso volver a tu ciudad como turista. Parece que todo brilla más, eres una persona más interesante o quizás emanas un aura de exotismo donde no entran conceptos como lejía o rutina.
El caso es que incluso se liga más. Extraño y a la vez interesante.
Vas a las discotecas y todo parece emocionante, porque es una discoteca nueva en tu cabeza, con música atronadora y luces perfectas, y tu debes parecer nueva, porque la gente habla o quizás hablas tú, porque te parece todo bien y total, en unos días desapareces del mapa.
Todo se reviste de una novedosa intensidad, como si la vida se acabara esa misma noche. Y está bien vivir así unos días, reconectada a cada segundo del calendario, saboreando hasta la última aceituna del Martini.
Mensaje: vivir. Propuesta: hacerlo.