lunes, 14 de enero de 2013

Estado existencial

A veces es difícil desprenderse de esa parte de arriba cubierta de gris y pliegues, que se encarga de emitir pensamientos non stop.
Muchas veces pienso que sería mejor ser un oso panda, preocupada exclusivamente por mis mini pandas y otros amigos del bosque oriental, recolectar bambú tierno y aparcar mi trasero de panda en algún rincón medianamente agradable.
También me tranquiliza pensar que el hombre, desde que es consciente, siempre ha pasado por esos estadios de alta sensibilidad. Me imagino un señor feudal cubierto de anillos y rodeado de corderos asados con el corazón encogido como una esponja, sin razón aparente. O una mujer prehistórica observando un fuego menguante, perdida en su sombra alargada.
Es el precio de sentir, de estar conectados con la vida.
Me he puesto una película pastelosa con Ashton Kutchner incluido, donde la mejor frase decía algo así como que las cosas nunca suceden como planeamos, en especial los episodios de amor.
Ya me puedo ir a dormir más tranquila, pensando que soy un fideo más anárquicos en esta sopa de caos y albondiguillas. Esperemos caer en el plato adecuado.
Me estiraré en mi catre de panda, esta vez sin masticar bambú. Y soñaré con prados prehistóricos llenos de mamuts a la carrera, una versión libre de este decorado donde nos han colocado.

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