lunes, 6 de mayo de 2013

Cuando digo que sí, hago que no

Me tiene fascinada la naturaleza humana. Si vives como un robot de cocina programado, vas tan acelerado/a que tu única duda sea quizás por qué la gente tiene cara de merluza por la mañana y se acumulan como sepias congeladas en los autobuses, embarcados en un día con rumbo a tareas sin fin.
Por el contrario, si tienes más tiempo libre, y en concreto tienes que escribir un ensayo, siempre acuden a tu mente mil preguntas que eclipsan tu verdadera misión.
Llevo retrasando la tarea unas cuantas horas. La pregunta que más me inquieta por el momento es: si he elgido estudiar esto, ¿por qué no lo hago? Me interesan más las recetas de lasañas vegetarianas que el plano medio. O bien me dedico a buscar tatuajes de superhéroes para confirmar la locura pasajera de unos cuantos. De verdad, ¿por qué nuestra voluntad es inferior a la de un mosquito urbano o tropical? No lo sé.
Me perturba la facilidad con que gira nuestra cabeza veleta y se pierde por la estratosfera.
Así que después de auto terapizarme, ver fotos de Viggo Mortensen tatuado con cruces y observar cómo se frota el ojo la chica que está sentada enfrente mío, lo voy a hacer.
Voy a escribir eso que he estado masticando, soñando y duchando con evasión.
Lo sé, es lunes. Quizás esa sea la verdadera piedra en el zapato.

martes, 30 de abril de 2013

El deseo de no trascender

Tengo que escribir un sesudo ensayo sobre la influencia de una directora danesa en mi propio documental. Que si tal, que si cual, la influencia de la naturaleza, sincronías, primeros planos hipnóticos...Y yo pienso, ¿ahora mismo qué me importa todo esto? Me tomo un café a cámara lenta y me pongo existencial. La vida se acerca más a revolcarse en la hierba sin reloj. A decirle en la cara a alguien que te importa, a cantar en la ducha, a dormir al ras. Es eso más bien. También es mayonesa y ensaladilla rusa, pero la cabra tira más hacia el monte.
He estado tres días perdida en una península sin cobertura y casi sin electricidad. Comiendo hamburguesas de venado y tomando sidra. Hablando con personas que llevaban ponchos y chirucas. y sí, todo es muy nephippy y parecía el rodaje de La casa de la pradera versión 2013, pero todo el mundo reconocía que era muy agradable.
Y así conocí a un tío que vivía en una ambulancia y alimenta salmones en una granja debajo del mar. Y estaba encantado con la idea de no pagar alquiler y despertar cada día en un playa con vistas al fin del mundo. Y a otro que construye plantas eoólicas en alta mar, por Singapur y alrededores. Y a un submarinista pescador de vieiras. No sé, todo era como una gran opereta con banjos y gaitas de fondo, donde la gente te miraba de frente y quería saber qué hacías y por qué. E insistía en rellenarte de sidra también.
Ahora de vuelta, enjaulada en una biblioteca con vasos desechables elevo el recuerdo al cubo y pienso, civilización, no cuentes conmigo. Es lo de siempre, libre pero atada, civilizada pero sin zapatos. En fin, lo de cada martes. Las elecciones están para ser tomadas.

jueves, 18 de abril de 2013

El estigma de la vagancia: ya voy.

Seguramente todo era para ayer, pero en mi mente era para mañana. O pasado. ¿No es cierto que el tiempo no existe, que todo es un flujo continuo de devenir en el tiempo y en el espacio?
Desde que Eva se comió la manzana, el Diazepán o vete tú a saber si en realidad fue una coliflor, los humanos tenemos que luchar, ese es el verbo, para aplicarnos en nuestras tareas.
Yo no sé si es la primavera, los cambios de estación o de ropa interior pero me siento muy perraza. Me tiraría al suelo y ahí me quedaría. Me podría pasar por encima con una aspiradora y ni me movería. En serio. Máxima inmovilidad.
Entonces, antes de mirarme hacia mí misma y decirme: trabaja o comerás una coliflor bíblica, me pongo a mirar abrigos para un amigo, que tiene una chaqueta horrible y he prometido quemarla al menor plazo posible. Hombres solos en tiendas es una mala combinación.
Me meto en unas webs americanas llenas de hombre apolíneos con chaquetas perfectamente cortadas y me paso la mañana tan ricamente. Hasta que me acuerdo que yo en realidad estaba aquí para transcribir unas entrevistas. Y me cago en mí, así lo entendemos todos rápido, porque me cuesta arrastrar mi cerebro y cuerpo hacia la pantalla y ponerme a repiquetear frases y acciones.
Somos tan frágiles y vulnerables por disposición natural...No sé qué ponerme como cebo, porque hasta eso me cuesta imaginar. En fin, después de vomitralo todo ahora, creo que lo haré. Ya voy. Ya.

jueves, 21 de marzo de 2013

De mí a mí: amor unidireccional

Mi pregunta es la siguiente: ¿Tiene que venir una marca como Coca Cola para recordarnos lo importante que es la felicidad e incluso organizar unas jornadas sobre el tema? (pasó en 2011, cuando las marcas nadaban todavía en la abundancia del consumo hedonista).
No queridos. Ni las marcas que prometen sonrisitas con ojos orientales llenos de zen ni las buenas intenciones de los gobernadores de Bután, inclinados a pensar que celebrar el día mundial de la felicidad (ayer) va a generar un poco más esa efímera sensación os van a embarcar a ese deseado destino.
He estado alejada de nuestra cocktelería favorita donde sirven champán rosa por los siguientes motivos: trabajo y cuidados intensivos de mí misma. A ver queridos, ¿cuándo fue la última vez que os lo permitísteis? Más bien, ¿cuándo fue la última vez que os aparcasteis en un bar, mirasteis el techo y dijisteis "todo está bien". Y os comisteis el bocadillo más hermoso y caro y la cerveza más fría y mmm. Y de rebote recuperaste a ese amigo perdido en la tierra de las Blackberries y acabaste organizando una fiesta de por fin es viernes, por decir algo, teniendo sólo un limón en la nevera.
Así es. Abundancia y cuidados a uno mismo. Aparquen la vara, el teléfono móvil inmovilizador y las fotos del Hola de millonarias eslavas que reposan sus manicuras en bidettes recubiertos de oro.
No es eso lo que necesitamos, más bien buscamos: cariño, cuidados, cuatro risas y algo que lleve jamón ibérico dentro. Y si hace sol, mejor.

viernes, 8 de febrero de 2013

Casarse con uno mismo

Una de las cosas más fundamentales de la vida, creo, es ser fiel a uno/ a misma/o. No sé si tenemos bien interiorizado el concepto o simplemente actuamos por programación automática y genética, pero creo que es lo que nos ata con una delgada cuerda al verdadero sentido de la vida.
Eso sí, hay muchas trampas para dejar de ser uno mismo y convertirse en un lerdo disfrazado para complacer a otros. Conoces a gente y hablas y te escuchas repitiendo frases que no sabes muy bien ni por qué las dices, si salen de tu esencia o es la receta para hacer salsa boloñesa que alguien te explicó una vez y no sabes ni por qué conoces.
¿Eres tú, es el alcohol o es tu madre hablando de lo que es realmente conveniente en la vida? ¿Vale la pena venderse por unas horas? ¿Existen humanos capaces de bucear en tu pozo cristalino o simplemente son desatascadores de alcantarillas estándar? Todavía me lo pregunto.
Intentas hablar de temas prosaicos, decir que sí y que no, y que podría ser mejor o peor. Pero en el fondo sé que me gustaría diseñar gabardinas para koalas, decidir si los salmones están sobrevalorados o simplemente dejar de hablar, tirarme al suelo y hacer la croqueta.
No sé ni de qué os quiero convencer con esto, lo que sé es que hay que huir del aburrimiento como de una granizada. Luego no digáis que no os avisé. Eso si, paciencia, velas encendidas y estar sentado en las barras adecuadas o en las paradas de autobuses correctas.

lunes, 21 de enero de 2013

Mejor que el yeti

Miro por la ventana. Nieve, ventisca; ni los cuervos se atreven a volar. La pesadilla climatológica de cualquier persona sensible a la luz.
Decido que me la pela todo, que no voy a sucumbir al tiempo ni voy a estar soñando con las playas de Torremolinos, que es el topicazo hispánico mayor. Así como la llantina generalizada de los expatriados lamentándose por las esquinas soñando con chorizo de Pamplona, cuando todo lo que encuentran al paso son cuatro salchichas mal fermentadas de cerdo rosa.
Me niego a engordar esa lista. Es cierto que hay delicias nacionales que merecerían estar protegidas por la UNESCO, pero la vida es algo más que aceite de oliva, ¿no?
Es leer la portada de El País, y como que me dan ganas de despelotarme y salir corriendo de mi casa, cruzar el parque y gritar con las amígdalas bien abiertas: ¡que os den, majaderos! Oficinistas y burócratas envenenados de poder campan a sus anchas por despachos cubiertos de caoba. El país se va a quedar expoliado de gente sensible, incapaz de aguantar vuestras sandeces.
Desde mi cama nórdica, he visto un bloque gris cubriendo la ventana. Ni me he inmutado.
Me he arrastrado hasta mi ropa fría, me he cubierto de lana y palante.
Lo dicho, siempre hay un nicho de felicidad alejado de la prima de riesgo y el sol de invierno.

miércoles, 16 de enero de 2013

Humanismos

Por mucho que te empeñes ahí está. Esa nuez en el pecho atascada. A mí se me pone ahí. Comes un cuadradito de chocolate. Parece que la feniletilamina surge efecto por 8 minutos. El cielo plomizo y eternamente atascado se encarga de recordarte que es invierno, que hace frío, que tienes sueño y hambre aunque técnicamente sea imposible. Y que mejor que te inventes algo para matar al tiempo, o el tiempo te matará a ti.
Tic tac. Me pregunto cómo lo hacían en el año 1564. Aburridísimos. Y ahora es más o menos lo mismo. Pero con maquinitas. Intercambias cuatro mensajes aparentemente humanos para llegar a la conclusión de que estás igual o peor. Tus manos tocan tus manos y el plato está vacío. Consuelo instantáneo, como las malas sopas químicas. Bienestar pasajero, para fijar de nuevo tu mirada en la ventana y ver que el invierno se cierne como un menhir.
Quién te mandaría tener sueños excéntricos y refugiarte en las colinas nórdicas. Si nuestro adn rebosa de termómetros atorados de mercurio. Pero el calor ya no es suficiente, hay que explorar algo más. Tiene que haber ago más allá de la tostada con aceite conocida. De la celebrada brisa mediterránea. Me meto en la cama y viajo a 1564 por vía mental. Una mujer sin sujetador me mira con parsimonia. Está igual que yo, pero en su cabeza no hay facturas de gas ni emoticonos. Mejor.

lunes, 14 de enero de 2013

Estado existencial

A veces es difícil desprenderse de esa parte de arriba cubierta de gris y pliegues, que se encarga de emitir pensamientos non stop.
Muchas veces pienso que sería mejor ser un oso panda, preocupada exclusivamente por mis mini pandas y otros amigos del bosque oriental, recolectar bambú tierno y aparcar mi trasero de panda en algún rincón medianamente agradable.
También me tranquiliza pensar que el hombre, desde que es consciente, siempre ha pasado por esos estadios de alta sensibilidad. Me imagino un señor feudal cubierto de anillos y rodeado de corderos asados con el corazón encogido como una esponja, sin razón aparente. O una mujer prehistórica observando un fuego menguante, perdida en su sombra alargada.
Es el precio de sentir, de estar conectados con la vida.
Me he puesto una película pastelosa con Ashton Kutchner incluido, donde la mejor frase decía algo así como que las cosas nunca suceden como planeamos, en especial los episodios de amor.
Ya me puedo ir a dormir más tranquila, pensando que soy un fideo más anárquicos en esta sopa de caos y albondiguillas. Esperemos caer en el plato adecuado.
Me estiraré en mi catre de panda, esta vez sin masticar bambú. Y soñaré con prados prehistóricos llenos de mamuts a la carrera, una versión libre de este decorado donde nos han colocado.

jueves, 10 de enero de 2013

El año maya nos saluda

Yo no sé si estaban liados los mayas poniendo unas pirámides por aquí, preparando un guacamole por allá, pero parece que hemos sobrevivido al supuesto fin del mundo y a sus apocalípticas predicciones. La verdad es que aunque el concepto mundo siga en pie, creo que está pasando por horas bajas. Todo parece una gran babosa que se mueve silenciosa, destruyendo campos de amapolas. Y solo nos queda hacer cuatro fotos con el móvil y colgarlas en el patio de vecinos online de turno.
Total, que todo muy bien. La familia tan disfuncional como siempre y yo viviendo bajo la premisa de una vida de farolillos y libertad. Es más, es maravilloso volver a tu ciudad como turista. Parece que todo brilla más, eres una persona más interesante o quizás emanas un aura de exotismo donde no entran conceptos como lejía o rutina.
El caso es que incluso se liga más. Extraño y a la vez interesante.
Vas a las discotecas y todo parece emocionante, porque es una discoteca nueva en tu cabeza, con música atronadora y luces perfectas, y tu debes parecer nueva, porque la gente habla o quizás hablas tú, porque te parece todo bien y total, en unos días desapareces del mapa.
Todo se reviste de una novedosa intensidad, como si la vida se acabara esa misma noche. Y está bien vivir así unos días, reconectada a cada segundo del calendario, saboreando hasta la última aceituna del Martini.
Mensaje: vivir. Propuesta: hacerlo.