miércoles, 16 de enero de 2013

Humanismos

Por mucho que te empeñes ahí está. Esa nuez en el pecho atascada. A mí se me pone ahí. Comes un cuadradito de chocolate. Parece que la feniletilamina surge efecto por 8 minutos. El cielo plomizo y eternamente atascado se encarga de recordarte que es invierno, que hace frío, que tienes sueño y hambre aunque técnicamente sea imposible. Y que mejor que te inventes algo para matar al tiempo, o el tiempo te matará a ti.
Tic tac. Me pregunto cómo lo hacían en el año 1564. Aburridísimos. Y ahora es más o menos lo mismo. Pero con maquinitas. Intercambias cuatro mensajes aparentemente humanos para llegar a la conclusión de que estás igual o peor. Tus manos tocan tus manos y el plato está vacío. Consuelo instantáneo, como las malas sopas químicas. Bienestar pasajero, para fijar de nuevo tu mirada en la ventana y ver que el invierno se cierne como un menhir.
Quién te mandaría tener sueños excéntricos y refugiarte en las colinas nórdicas. Si nuestro adn rebosa de termómetros atorados de mercurio. Pero el calor ya no es suficiente, hay que explorar algo más. Tiene que haber ago más allá de la tostada con aceite conocida. De la celebrada brisa mediterránea. Me meto en la cama y viajo a 1564 por vía mental. Una mujer sin sujetador me mira con parsimonia. Está igual que yo, pero en su cabeza no hay facturas de gas ni emoticonos. Mejor.

No hay comentarios: