martes, 30 de abril de 2013

El deseo de no trascender

Tengo que escribir un sesudo ensayo sobre la influencia de una directora danesa en mi propio documental. Que si tal, que si cual, la influencia de la naturaleza, sincronías, primeros planos hipnóticos...Y yo pienso, ¿ahora mismo qué me importa todo esto? Me tomo un café a cámara lenta y me pongo existencial. La vida se acerca más a revolcarse en la hierba sin reloj. A decirle en la cara a alguien que te importa, a cantar en la ducha, a dormir al ras. Es eso más bien. También es mayonesa y ensaladilla rusa, pero la cabra tira más hacia el monte.
He estado tres días perdida en una península sin cobertura y casi sin electricidad. Comiendo hamburguesas de venado y tomando sidra. Hablando con personas que llevaban ponchos y chirucas. y sí, todo es muy nephippy y parecía el rodaje de La casa de la pradera versión 2013, pero todo el mundo reconocía que era muy agradable.
Y así conocí a un tío que vivía en una ambulancia y alimenta salmones en una granja debajo del mar. Y estaba encantado con la idea de no pagar alquiler y despertar cada día en un playa con vistas al fin del mundo. Y a otro que construye plantas eoólicas en alta mar, por Singapur y alrededores. Y a un submarinista pescador de vieiras. No sé, todo era como una gran opereta con banjos y gaitas de fondo, donde la gente te miraba de frente y quería saber qué hacías y por qué. E insistía en rellenarte de sidra también.
Ahora de vuelta, enjaulada en una biblioteca con vasos desechables elevo el recuerdo al cubo y pienso, civilización, no cuentes conmigo. Es lo de siempre, libre pero atada, civilizada pero sin zapatos. En fin, lo de cada martes. Las elecciones están para ser tomadas.

jueves, 18 de abril de 2013

El estigma de la vagancia: ya voy.

Seguramente todo era para ayer, pero en mi mente era para mañana. O pasado. ¿No es cierto que el tiempo no existe, que todo es un flujo continuo de devenir en el tiempo y en el espacio?
Desde que Eva se comió la manzana, el Diazepán o vete tú a saber si en realidad fue una coliflor, los humanos tenemos que luchar, ese es el verbo, para aplicarnos en nuestras tareas.
Yo no sé si es la primavera, los cambios de estación o de ropa interior pero me siento muy perraza. Me tiraría al suelo y ahí me quedaría. Me podría pasar por encima con una aspiradora y ni me movería. En serio. Máxima inmovilidad.
Entonces, antes de mirarme hacia mí misma y decirme: trabaja o comerás una coliflor bíblica, me pongo a mirar abrigos para un amigo, que tiene una chaqueta horrible y he prometido quemarla al menor plazo posible. Hombres solos en tiendas es una mala combinación.
Me meto en unas webs americanas llenas de hombre apolíneos con chaquetas perfectamente cortadas y me paso la mañana tan ricamente. Hasta que me acuerdo que yo en realidad estaba aquí para transcribir unas entrevistas. Y me cago en mí, así lo entendemos todos rápido, porque me cuesta arrastrar mi cerebro y cuerpo hacia la pantalla y ponerme a repiquetear frases y acciones.
Somos tan frágiles y vulnerables por disposición natural...No sé qué ponerme como cebo, porque hasta eso me cuesta imaginar. En fin, después de vomitralo todo ahora, creo que lo haré. Ya voy. Ya.