miércoles, 13 de junio de 2012

El refugio de la manada

Conducía ensimismada mirando las nubes cambiantes a golpe de viento. En la radio, las peores canciones de la historia de la música, jugaban a anestesiarme las trompas de Eustaquio. Uno de esos días donde te concentras para seguir con tus rutinas, porque tu pesado cuerpo primaveral pide cama y apearse del mundo.
A la altura de Montgat, una conocida sensación de tristeza me ha invadido. Tendría que pasar por el peaje, y como persona medio sensibilizada con la situación emocional-socio-económica que nos rodea, lo lógico sería pararme y decir que no quería aflojar ni un euro.
He pensado que una vez allí decidiría, ya que seguramente alguien más lo haría. Pero nadie lo ha solicitado, al menos que yo haya visto, y ese hijo de perra que es el inconsciente, me ha llevado al carril de pago automático donde una máquina voraz quería mi Visa y no mis razones revolucionarias.
He pagado 1,29 y he arrancado profundamente ofuscada. Nos refugiamos en los movimientos conocidos y previsibles para pasar los días invisiblemente, sin mayor problema. Aunque para ello nos traicionemos y nos sintamos una mezcla de hamster y rata de alcantarilla industrial.
Los grandes ideales se evaporan al ritmo de la canción del verano o los brindis con los primeros gazpachos. Creo que nos hace falta doble ración de Siberia, a ver si reaccionamos todos de una vez. Porque no somos islas inconexas, somos un vasto territorio que necesita aires de esperanza. Y como dice una amiga, que se metan por el túnel trasero el Eurovegas. Ánimo, no estás solo-a.

1 comentario:

una desatada dijo...

espero que no nos lo tengamos de meter nosotros... como los peajes, como los tratos de favor, como las pensiones a Rato... al final habrá tanta concurrencia en tan poco espacio que daremos lugar a una nueva evolución de la especie. Consultemos a Darwin si la ley del mercado tb puede hacernos evolucionar genéticamente...