martes, 24 de mayo de 2011

Arriba las hachas

Ayer no me podía dormir de la excitación. La mayor parte de la misma venía de lo que está pasando. Aunque los medios de comunicación oficiales del reino insisten en recordarnos que el fútbol del Barça llega al pueblo (??) y que DSK es un depravado sexual (¿sólo él ahora?), ignoran el movimiento 15M. Craso error. En nuestros corazones ha germinado un brote de esperanza. Se nos ha caído la venda de los ojos (todos los nudos se acaban aflojando tarde o temprano).
Estamos aburridos de la misma mierda porelamordeDios. Ayer hablaban de soluciones concretas y creo que todos deberíamos hacer ese ejercicio de reflexionar sobre el mundo y la sociedad donde nos gustaría vivir.
Para empezar a mí se me ocurre que cada uno cuelgue de sus balcones esos motivos que necesita reclamar: alquileres justos, contratos fiables, maridos leales, de todo.
Y luego, a la calle. Pero no los cuatro de siempre que salvan a los peces martillo y a los oprimidos coreanos. TODOS. Porque todos estamos bien jodidos. Sin ir más lejos mi madre tiene en el trabajo una serie de superiores que son uno auténticos lerdos pero están ahí. ¿Por qué? Porque han hecho la corte a quien debían. ¿Es eso la vida? ¿Lamer culos, pasar la bayeta en mesas ajenas? No queridos, tenemos que querernos un poquito más. Todos conocemos casos cercanos y lejanos.
Por eso os conmino a pensar, a reaccionar, a reevolucionar. No permitamos que nos digan cómo tenemos que vivir, acojonados con la idea de perder la casa y el trabajo, y hasta las bragas. Y comandados por unos auténticos desorientados.
Ayer, de vuelta de la plaza, fui a buscar mi moto y no estaba. Un guardia urbano a las 9 de la noche la retiró, robándome 100 euros. Después del berrinche de turno, cuando fui a abonar, la cajera del depósito, casi con lágrimas en los ojos me dijo que ella ya no puede ni tomarse unas bravas. Que no llega a fin de mes. Que trabaja para sobrevivir.
Recogí la moto con el pulso acelerado y le hice un discurso al segurata y a otra más que andaba por ahí para que salieran de casa a darle a la cacerola. Que esta tragicomedia ya nos pesaba demasiado. Encogieron los hombres con pesadumbre y yo aceleré por la rampa gritando Viva la revolución. De verdad, que no se nos escape esta oportunidad. Es la nuestra y la de todos.

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