sábado, 7 de mayo de 2011

Las buenas compañías

Hay días en que uno desea que la tierra le engulla, como cuando se tira de la cadena del water, pero versión tierra adentro. Una vez estás metida dentro de la corteza terreste, llegas al núcleo duro, una zona llena de magma y burbujas de lava y te desintegras. Adiós mundo.
Como esto suele ser básicamente una ilusión nihilista, te toca afrontar tu día a día con pico y pala, y rezándole a todos los santos por lo que pueda pasar. Esos días existen.
Por suerte el jueves el milagro se obró en forma de cena de amigos, un salvoconducto regado de vino, ideal para olvidar cualquier tipo de problema terrenal.
La cena fue divertida, pero lo mejor fue el material humano que salió a la luz. Mi amiga A. contó como un día en Marruecos un carro con tres personas pasó encima de su pie y le destrozó la uña (risas de fondo; la verdad es que en real te ríes más). Otras aventuras fueron como el compañero de trabajo de A2 (nombre en código), le ha regalado una partitura perforada para caja de música como muestra de su interés por ella. Un eufemismo de follar, vamos. Hicimos apuestas sobre su futuro próximo: ¿es un caso extremo de pagafantismo o realmente echarán un casquete? En fin, la condición humana es sorprendente y a la vez impredecible. Yo acabé bailando Antònia Font en la terraza con vistas a la Sagrada Familia. Así que flotemos, fluyamos y evitemos los carros cargados con tres personas a toda costa. Y no olvides la copita de vino de emergencia para levantar cualquier tipo de estado anímico.

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