jueves, 3 de noviembre de 2011

Ir a Madrid y volver sobreestimulada

Hacía tiempo que no vomitaba aventuras rosas. La vida de ermitaña es lo que tiene. Tu vida transcurre en un ámbito de unos 5 kilómetros cuadrados y cualquier actividad allende cobra el adjetivo de heroica.
Mi prima y su querido me medio engañaros para ir a Madrid. Y todo lo que sea huir de la rutina es bienvenido.
Madrid, eres tú, la capital. Me sentí algo provinciana ante aquellas hordas enloquecidas que transitaban como si fueran a comprar acciones en el Wall Street de la esquina. Luego pensé, tú también has crecido entre tubos de escape, así que no te dejes intimidar.
No sé si mi figura resistiría al impacto de las cañas y las tapas. Me dio la sensación de que los días y las horas se escapan detrás de las barras de bar.
Mi prima, que es experta en ingerir muchas bebidas y poner cara de aquí no ha pasado nada vaciaba vasos impasible mientras yo le seguía el ritmo como podía. Y encima se cachondeaban porque pedía vasos de agua (??). Esta juventud es incauta y optimista. No saben que a partir de los 30 tienes unas digestiones del demonio y las resacas son como para pedirse la baja laboral. Ya me lo contarán (con una caja de Almax en la mano).
Compartimos aventuras con otros amigos y fue muy divertido. Alternar con gente que desconoce el significado de hipoteca y bonos del estado es muy gratificante. Volví a mis 20 casi sin darme cuenta. También fuimos a ver un musical, pero ese tema ocupará la siguiente crónica rosa. Porque me dejó bien impactada. Cuidaros y que no os engañen con nuevas teorías sobre la crisis. Son totalmente falsas.

2 comentarios:

La primísima dijo...

Querida, todo el puente se resume en risoterapia.

Pink pony dijo...

yes. Y en fresas aplastadas :)