miércoles, 7 de diciembre de 2011

Cotidianeidad como tapones de corcho

Pasan los días, igual que pasan las cuentas de un rosario, manoseado por una beata señora sin malas intenciones, que sólo quiere ir al cielo. Y es que vivimos despreocupadamente, yo al menos, evitando desparramar más sufrimiento, por eso me he adiccionado al yoga, el nuevo Prozac sin efectos secundarios. Puedo prometer y prometo que cada vez que hago la mítica respiración de fuego, me siento como un ninja, capaz de domesticar a un cocodrilo con la fuerza de mi iris o traspasar una pared de hormigon fabulosamente alzada en una calle desierta.
He optado por esta fórmula magistral: yoga matinal, trabajo, expedición o no, y película nocturna, que puede verse alterada por la lectura. Esto solo sucede si el niño mamut que vive arriba se ha acostado. En caso de que esté despierto, olvídate; creo que Atila es nada al lado del espectáculo ruidista y gratuito que atormenta mis veladas.
Supongo que esto forma parte del programa "Consiga dominar su temperamento". Aunque CEAC no haya emitido ninguna titulación oficial, yo misma me declaro graduada, con lo que en breve, y se lo pido al Universo, que me saque de este piso no insonorizado y me mande a un lugar protegido de los decibelios. Quiero ser feliz en silencio.
Y con esto y un bizcocho, me despido. No sin antes recomendaros the film of the month: Una historia casi divertida. Me reconcilió con el mundo y con lo que quiero ser de mayor.

1 comentario:

Ceci Pereza dijo...

Yo también tengo un pequeño mamut todos los días sobre la cabeza, (acompañado por papá mamut y mamá mamut tacones hasta las dos de la mañana), pero sigo suspendiendo una y otra vez el curso de Ceac, a lo mejor es porque hago pilates en vez de yoga... ¡ya me contarás el secreto!