jueves, 11 de junio de 2009

Los clásicos nunca mueren

Siguiendo la tónica de evasión o victoria, nada mejor que un caldero lleno de Shakespeare para despedir el día. Hamlet, que quede mal decirlo en público, no lo había visto nunca. Todo el mundo vanagloria a Shakespeare y dice que es estupendo (lo mismo dicen de Proust y a mi sencillamente me cuesta y me produce narcolepsia. Expulsada del Olimpo de las letras). Lo cierto es que entra en gran sintonía con la edad adulta y dice grandes verdades. Es moderno. Se ve que ha estado envuelto de humanidad, bares, tabernas, envidias, sangre y lodo terrenal que luego él estructura y convierte en interesantes obras.
El reinado de Dinamarca del siglo XVI es tan actual como la Barcelona del 2009, con los mismos mamoneos. En lugar de veneno ahora se lleva más el mobbing, y en lugar de compañías de teatro italianas, quizás podamos hablar de activistas en la red o bloggers, recitadores de verdades fuera del sistema habitual de información.
Y la interpretación fue digna de reconciliarse con las artes de Talía, a veces tan adulteradas y liofilizadas que te comunican lo mismo que un trozo de hormigón
Recomendable, emocionante. Hay que alimentar a las personas con el néctar que se merecen.

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