viernes, 14 de enero de 2011

Indiana, queremos ver tus músculos

Ayer volví a tener 10 años. Aunque tenía un teléfono móvil en el bolso y mi talla era sustancialmente superior a la talla 10. Pero el ambiente era de 10 años, y la actividad también. Vi Indiana Jones en el Cine Urgel, en una megapantalla de esas de tamaño trailer, rodeada por gentes diversas (olía entre caldo de pollo y nabo revenido), básicamente hombres. Informáticos, adictos al celuloide, coleccionistas de vete tú a saber qué. El de mi lado quizás programaba inteligencia artificial o disecaba hamsters (nunca se sabe). Era un gran espectáculo. Aplaudíamos como lerdos cada vez que Indi daba un mandoble, conquistaba a la testaruda Willie con grandes réplicas y volaba con su látigo distancias imposibles.
Y pensé. Esto sí que es diversión, castañas. La gente grita, se hermana, se abraza. Y ves claramente que el dvd es una actividad altamente onanista, que lo consumes como, bueno, voy a divertirme un rato. Aquello era una orgía pública muy entretenida.
Había ilusión, hormonas encendidas, viajes siderales en el tiempo. Y matamos al imbécil de Filmoteca con libros falsos de Faulkner de ediciones rusas inventadas. Abajo la pose. ¡Viva la axila al sol! Y con esto y un bizcocho, vuelvo a mis labores. Insisto, hay otras maneras de divertirse.

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