martes, 22 de marzo de 2011

Sitiada por unos telefonistas mongoles

Nos han engañado. Sí, a golpe de teléfono, cantos ambrosianos y descuentos pensados para gente que se pasea en pijama a las 10 de la mañana, como nosotras. Lo que iba a ser una mera operación de portabilidad (gran palabra técnica que se utiliza para la ocasión) ha concluido hoy con unos datos escalofriantes: vamos a estar 20 días sin internet en casa. Y lo que parece una suprema tontería, se ha convertido en cómo sobrellevar algo así como una adicción.
Me veo yendo de un lugar a otro con mis cacharros, instalándome de cualquier manera en una esquina, sonriendo y contando mi vida. Eso sí, tengo que decir que mis conocidos son solidarios y siempre levantan la ceja en plan pobre gatita descarriada, le dejaré un cable de conexión.
Y así me veo, como una Santa Apolonia moderna. Por el resto bien, abrazando la nueva longitud de las horas y deglutiendo chocolate, que no da más problemas que aflojar el elástico de los pantalones. Y volviendo al bonito hábito de la lectura, un mundo abandonado por los píxeles, casi sin darme en cuenta.
Y después de este post tutti frutti, donde os he contado todo y nada a la vez os dejo respirar el aire pre estival que destila erotismo y olor a fresa (by the face).

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