lunes, 5 de julio de 2010

Todavía queda amor

En todos los sentidos, ampliamente repartido, no exclusivamente entre los que dicen sí quiero. El calendario nos llevó de nuevo a una entrañable ceremonia de sellado y envase del amor. Eso sí, amigos, las próximas bodas en diciembre y con bufanda, por favor, porque casi salgo en camilla. En esos momentos de delirio, sudor y abanicos, me dediqué a observar CÓMO es una boda y sus invitados: plateados, dorados y los excesos que conlleva, así como la de juanetes ahogados por unos tacones imposibles.
Me fascina. Yo creo, que ya por saturación, si algún día llego a celebrar que el amor visitó mi vida, lo haré todo al revés. Podrás venir en bolas, envuelto en una sábana, descalzo o con traje de hada. Y procuraré que te sientas libre y con ganas de hacer lo que te dé la gana. Lo de sentarse tres mil horas en una mesa es mortal. Pero a parte de eso todo, muy bien. Risas, comida que no te harías en casa, camareros guapos (histórico) y un chorreo continuo de bromas, nuestra especialidad.
Y luego, a 43 grados, el cuerpo pedía claramente un baño. Y aquí entra en juego mi escasa memoria: después de la ingesta de comida para un mes, me meto en la piscina romana con mis colegas y al cabo de una hora aprox. tuve una especie de corte de digestión de esos que dices, si no muero hoy es porque no me tocaba. Así que celebremos que el amigo B. me salvó con una manzanilla y que estoy aquí contándoos cómo es el amor en el siglo XXI. Ala, quereros y multiplicaros, que me entretiene mucho!

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