martes, 3 de agosto de 2010

Códigos de comunicación

Queridos, como buenos homo sapiens amaestrados que somos, se supone que tenemos que regirnos por un determinado código social y de comportamiento bla bla contra el que me rebelo periódicamente. Es más, es mi cuerpo el que se niega a someterse, y casi sin pensarlo: pies encima de sillas, piernas en las mesas y cuerpos arrellanados como choricitos parrilleros por cualquier superficie plana.
Las sillas son un elemento antinatural, y ya las 8 horas de trabajos voluntarios ni te cuento.
El caso es que siguiendo este intersante código de mujer conoce a hombre y al inrevés hay un maquiavélico juego de llamadas en marcha que me pone muy nerviosa. Se supone que es elixir de la vida, la chispa de tu excel, el secreto de tus ojos, pero yo que soy más bruta que un arado odio mirar cómo una máquina te alegra el día.
Así que no puedo esperar ni un minuto más para cerrar el teléfono por vacaciones y ya. Y que llame el manager de Britney o la madre de mi administrador de fincas, porque seguramente no le atenderé. Y es que ser librepensador tiene un precio, que aquí la suscritora paga religiosamente cada día.

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