lunes, 12 de septiembre de 2011

Entrando y saliendo del armario

Para aligerar mis rutinas acostumbro a refugiarme en alguna cafetería medio decente, donde pueda espiar a la clase trabajadora y a las élites que se supone que mueven el país. Ha caído la Vanguardia entre mis manos. Un café siempre es más entretenido con un periódico de por medio.
Veo en su contra una entervista totalmente de relleno a un presentador que se supone que es una gloria nacional. Que conste en acta que esta pequeñs tribuna etílica no basa su fama y glamour en poner a caldo a gente de manera gratuita. Este tío se lo ha ganado a pulso.
Para empezar, la foto que utilizan. Él, con sus estupendas gafas que su estilista le ha dicho que le quitan años, mirando por una lupa, a lo Hércules Poirot. No estoy para juegos, gracias, eres un periodista, no el heredero de Ángel Cristo.
Segundo. Dicen, cuentan, que este hombre ha salido del armario. ¡Felicidades! Es más, solo por su valentía u honestidad ya me sumaría a sus huestes de seguidores. Pero no, queridos. No ha tenido el valor de decir en ese BOE de valores arcaicos y somnolientos de aclarar su verdadera condición. Ponía que estaba casado y tenía dos hijos.
No cuela. Basta ya de farsas, de teatrillos de serie de mediodía. No intentes ir de defensor de la verdad y de adalid de un periodismo incómodo y de investigación cuando no pones tus propias cartas sobre la mesa. En fin, por mí como si lleva tatuado en la espalda el himno del Barça. Es su problema.
Hay homosexuales conservadores. Hay familias disfuncionales. Basta ya de mechas y sonrisas perfectas. Ese tiempo de aceptarnos como somos. ¡No tires la llave del armario al mar, está mejor en tu bolsillo!

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