viernes, 23 de abril de 2010

Ir de paseo con una lasaña en la mano

Ayer tenía uno de esos días en que enfrentarse a los deberes del uno cuesta. Yo trabajo, yo me peino, yo me siento, yo me cocino. Decidí atajar la última actividad visitando una tienda italiana que han abierto al lado de mi casa y que surte de focaccias, pasta y otras delicias a los vagos culinarios del barrio.
Me iba yo hacia mi cueva con una lasaña caliente en la mano cuando reconocí a dos cabeza: E. y D. comiendo alegremente shawarmas (otro síntoma inefable de vaguez gastronómica). Me acogieron alegremente y hubo una fusión étnica de comidas allí: dos continentes unidos por un mismo apellido.
Luego me convencieron para ir a una cocktelería que yo asociaba bastante al mundo putero, es más, parecía un reducto de vicio y barajas de poker. Y resultó ser (una vez más se valida lo de no juzgues y vívelo antes) un lugar encantador. Podíamos estar en Manhattan o en Hamburgo, todo muy exótico.
De nuestro encuentro llegamos a la conclusión de que los trabajos, a parte de servir para pagar alquileres, son una fuente inagotable de enseñanzas. Así D, que pronto va a dejar su puesto de dependienta en una boutique con prendas con muchos ceros, me contó la psicología y modus vivendi de estas señoras de la parte alta que tienen cuerpos de gimnastas olímpicas y parecen clones de sus hijas. Pasan la visa como la que se arregla el peinado, hablan sin prisa y son recogidas puntualmente por sus chóferes. Amaizing.
Estamos a pocas horas de la libertad condicional. ¡Disfrutemos de ella!

2 comentarios:

edujante dijo...

Todo y que hubiese sido de lo más fetén combinar los coktails con putas ,mafiosos y partidas de póker bañadas en densas nubes de cigarillo.
Lo digo por seguir con el exotismo fusión de la velada...
:)
Abrazos!!!!!

Pink pony dijo...

Me consuelo con lamparitas árabes y comentar cómo pasan la visa diamante las pijas del barrio!