jueves, 25 de noviembre de 2010

Sólo faltaban las gitanas

Mi extinta comunidad de vecinos empezó a palmar ya en julio, cuando el único miembro de El Canalillo se retiró a las montañas, en busca de espacio, amor y tranquilidad. Se le despidió sin demasiada ceremonia, porque él hasta la noche anterior estuvo empaquetando sus cacharros a velocidad de chino en maquila ilegal.
Quedamos tres. Una ha decidido redecorar su vida con nuevas vistas, puertas que cierran bien y una ducha a la que acceder sin levantar la pierna 3 metros (esto es verídico, yo no sé si los que vivían allí con anterioridad eran atletas o qué).
Quedamos dos, y yo que ya estoy harta de pasar frío y de matar polillas, pero bueno, mientras tanto, llegaron las nuevas inquilinas para animar nuestras vidas decadentes.
El domingo estaba yo con mi uniforme oficial de bata y chandal cuando oí un ruido no reconocido en la escalera. Abrí pensando que se trataba de algún bromista cuando me encontré con dos melenazas gitanas y un bebé. Aquello parecía un gag de película de Berlanga. Se presentaron a pulmón abierto como "las nuevas vecinas" yo dije hola y me metí en mi batcueva. Yo sé que un día saldremos en la Vanguardia, pero veo que la cosa se acelera sin remedio. Y no es porque sean gitanas, pero ya veo que se acabó mi convento privado. Empieza el festival del taconeo y el decibelio.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"nosotros en el barrio vivíamos muy bien. no pagábamos luz, no pagábamos agua... es que estamos acostumbrados a vivir en casas bajas y la gente no comprende que no sabemos vivir en pisos: hacemos ruido, pisamos fuerte..."

adaptación libre - para la cita original, véase Can Tunis.

Pink pony dijo...

Dios mío, a ver si vamoa a degollar cerdos en la escalera, ya lo que me faltaba...