lunes, 7 de abril de 2008

Entre hinojos y tambores

Amaneció un sábado soleado e inyectado de primavera. Casa, cama, aspirasescoba, supermercados, carnicerías, piropos en la calle, albóndigas, salsa de tomate y una cita a media tarde para ir a conquistar las montañas. Tenía ganas. Barcelona con su aire lleno de antenas, escuálidos plataneros y mercerías satura un poco a sus habitantes. Está lejos de los puntos donde la tierra es tierra y emana amor y energía. Llegamos a la montaña de noche, con aroma a hinojo y estrellas. Éramos pocos pero convencidos y con ganas de bailar un cha cha chá hasta en las puertas del Averno. Era un lugar precioso, cubierto de árboles, silencio, siluetas de montañas y buena gente. Ingresamos en una cápsula donde el espacio y el tiempo discurrían bajo otras coordenadas y mecanismos. Empezó a sonar una música nacida de los árboles y varios países del mundo. Aquel príncipe de la música venido de lejos tocaba con sus manos expertas discos y se convertían en explosiones de vida en aquella jaima improvisada.
Bailamos hasta que los zapatos dijeron que ya no podían más. Entonces, ilusa de mi, intenté dormir algo metida en mi saco-cama. Creo que más que dormir, tuve ensoñaciones o básicamente estiré las piernas y la cabeza. La música no paraba de ni un segundo, extraño pero genial al mismo tiempo. Y por la mañana, la electricidad se convirtió en guitarras y pianos, notas delicadas que te despertaban con mimo.
Sí, esto parece una movelita rosa, pero es que para mí fue así. Ya lo dice Valle-Inclán, creo, las cosas no son como fueron, si no como las recuerdas. Y luego, con los biorritmos despiertos, música brasileña y batucada.
Felicidad. Vuelta a casa. Me quedaría allí colgada de un monte. Porfaplis, que alguien haga comments porque si no nos vamos a dormir todos, esta vez sin música.

3 comentarios:

b. dijo...

Comparto la borrachera de placeres de la que hablas; ahora mismo cierro los ojos y... mmmmmm... me transporto a ese olor a hinojo fresco, al microcosmos de la jaima de Joseph y Stephanie, a la música que te penetra hasta lo más profundo de tus ganas de hacer de tu cuerpo una proyección de tu alma... horas y horas, infinitas e incontadas, irrelevantes ante la relevancia de la vivencia.
Hemos vuelto todos algo mejores de lo que llegamos, más llenos de aire puro y energía pura, de posibilidades de vida, de sueños probables, de ideas. Es el tipo de experiencia que hace de un lunes gris en la ciudad, con trabajo y misiones, un lugar menos hostil y relativo en su peligro de hacer de nosotros nada que no queramos ser.
Bien por Pi, gracias infinitas a todos.

Anónimo dijo...

Y después de la rave de singles, cervecilla padrineta comme il faut, para sacarnos los tormentos dominicales (que haberlos haylos) de encima. Ah, y para hablar de la Eissmann, esa señora católica, fea y sentimental, que es judía.

Anónimo dijo...

A ver si nos a va trackear la Eismann y la intelligentsia barcelonina nos va a desterrar!Non vedo l'ora...besos y café!