miércoles, 25 de junio de 2008

De bodas y tarjetas

Regresados ya de la boda del no monzón, nos fundimos con el asfalto cual chicles bondadosos. Qué maravilla el amor ajeno y con decoración de verde al fondo. Haré una galería de hechos destacables del weekend brusselois: vuelo tremendo con parejas de matrimonios detrás que enumeraban todas las ciudades de Italia en las que habían estado y demás lindezas. ¿Acaso nos importa? La gente se mete alegremente en los aviones y cree que está en una barbacoa familiar, pero no es así. Cada uno que ase sus sardinas en su casa. Gracias. Cena en el Spinnekopke, tremenda cacerola de mejillones au vin blanch, steak tartar y un servicio decimonónico que te alegra la velada. Ronda de cervezas en un bar para enanos, con mini sillas y tímidas camareras. El sitio se llamaba Cobra, así, por las buenas. Y al día siguiente, bodorrio's day. Después de un desayuno digno de reyes, pachás y sultanes nos lanzamos al trámite de los disfraces, los secadores y los sahumerios. Todos guapos y contentos, nos vamos al bodorrio al Hôtel de Ville. Aquello parecía una reunión de vecinos. Nos tomamos las bodas demasiado en serio en este país. Allí van tan campantes, con sus vestidos, chanclas, bigotes al viento. Bye bye peinetas y foulares ya. Al cabo de un rato largo llegamos a la granja de Playmobil donde tendría lugar la recepción. Una tarde espléndida con sol dorado, brisa primaveral y muchas zanahorias y verduras de colores. También hubo cochinillo asado, discursos, la prima de Concha Buika que se llamaba Umu y mucho bailoteo. Allí se montó una que parecía Pachá Ibiza. Fantástico. Me dejé los zapatos pegados a la pista de tenis de asfalto rojo. Bailoteos varios, copas a mansalva y los padres de la novia cantando Arcade Fire a las 5 de la noche. No tengo palabras. El día siguiente también es inenarrable. En fin, que se sigan casando, que seguiremos celebrándolo. Me falta toda vida contar lo de Sant Joan. Hemos superado el lunes one more time. Welcome all.

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