lunes, 20 de octubre de 2008

Todavía es posible

Animarse, porque sí, y salir derechito por la carretera para abrazar al amigo otoño. Aléjate del shopping, oh satán, y adéntrate en los bosques, sin miedo, están preciosos.
Sí, ya sé, tengo una Heidi del tamaño del Yeti dentro de mi cabezón. Después de la ración de bosque, nada mejor que una comida libre de CO2 bajo un techo de madera. Fe-li-ci-dad. Te sirven una sopa de pan en un bol rústico y estás a punto de llorar de la emoción. Una abuelita de unos 80 años circula por el restaurant con una bandeja llena de platos. Esperemos que no la hayan contratado para aliñar la experiencia campestra a los urbanitas. Seguimos, guiados por la agenda de nuestra amiga A, actriz y ventrílocua, hacia un resort de lujo perdido en otro bosque.
Ahí empieza la psicodelia buena. Para el evento, una convención de pinturas acrílicas, no se les ocurrió nada mejor que construir un globo aerostático con el logo de le empresa. Evidentemente me subí al globo y pude ver el resort desde 25 metros de altura, aunque lo mejor fue ver cómo calentaban el globo con los quemadores. Estaba tan emocionada que pensé que me quiero embarcar en una expedición en globo absolutamente. ¿Alguien se anima?
Y para concluir el plan, nos fuimos a una fiesta en la montaña, ya que era el cumpleaños de nuestra amiga B. Allí, ya convertida en rama directamente hice las tres mil contorsiones que mi cuerpo me deja al ritmo del sr. DJ.
Amigos, cielo encapotado y teclado gris, contrastan con el verde de la Heidi-Yeti. Seguimos para bingo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

yo me apunto a lo del globo, eso sí, la abuela campestre amenizadora de urbanitas tiene que ir con nosotras, preparar sopa de albóndigas a la vez que nos alcemos al vuelo y contar anécdotas de la guerra civil. Firmo bajo esas condiciones. :)

Pink pony dijo...

perfecto entonces! Ahora solo necesitamos un par de dobles para sentarlas aquí!