Llegados a la ciudad atrás queda la imagen de un jubilado mallorquín jugando al solitario y otros siete mirándole ensoñandos, imaginando cómo culminar las obras de la Sagrada Familia o cómo mejorar la receta de la ensaimada (son unos visionarios, por el fino telo vaporoso de su mirada puedes decir que tienen la capacidad de teletransportarse al 1754 o bien a una estratosfera insular desconocida).
Ayer fui a pasear mis oídos al Bar Elèctric, donde tocaba mi vecina.
El concierto bien, pero el mejor episodio tuvo lugar a posteriori: una chica con un perro nos pidió ayuda para ir a sacar dinero a un cajero ocupado por un homeless.
Le pregunté si se escaparía el perro mientras ella iba al cajero, y ella, con su voz de pito dijo: "Qué va, si es muy obediente. Se llama Brasil" Y empezó a gritar en medio de la calle Brasiiiiil, Brasiiiil y no pudimos evitar el tararear la la la la...La situación era bastante cómica: un perro de cara aplastada que se llama Brasil avanza hacia un cajero y entra en él, mientras un homeless piensa que vaya pandilla de mamarrachos perturbándole el sueño.
De nuevo, varias dimensiones geo-temporales conviviendo extrañamante.
El gran Jaume, el duende del menhir, dijo que suerte tenía el perro de no llamarse Paraguay (más que nada porque no hay canción).
viernes, 17 de abril de 2009
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2 comentarios:
la la la la la la la laaaaaaa brazil, brazil...
taronja i paella la la la
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