martes, 26 de mayo de 2009

Anacronías y otras disfunciones

Me siento en una sala de dentista con su hilo musical y sus flores anacrónicas, que te saludan con la misma cara ya estés a punto de reventar de un flemón o estés contenta por tener un encuentro extramarital en un bar de extrarradio.
Tengo una serie de lecturas seleccionadas a mi derecha: caigo en las redes del Hola, que si lleva tanto tiempo en alza por algo será, y por algo será que su publicidad se cotiza a precios astronómicos (información de primera mano de mis amigas estilistas) y hay bofetadas para conseguirla. Tengo que confesar que también había un ejemplar de la somnolienta Sàpiens, que aunque un día la pillé y me puse al día de la homosexualidad en Grecia, el diseño que tiene me recuerda a un catálogo de encilopedias. En fin.
La gente del Hola hace unas fotos que aunque seas poco agraciado quedas como Grace Kelly o mejor. La impresión del día ha sido un reportaje de no sé qué boda de rancios apellidos y abolengo, con corte de niños pajes incluidos.
Me ha parecido taaan 1690 que he tenido que escuchar atentamente el hilo musical para volver a nuestra era. Sonaban Els Pets, las coordenadas tempo-circunstanciales cuadraban.
Estos niños pajes iban vestidos cual replicantes de color azul roto, por describirlo como suelen hacerlo estas primorosas cronistas de sociedad, y llevaban guantes.
Me ha costado recuperarme del impacto visual. Lo que me ha reconfortado es que estos niños después de la boda se tirarán al suelo, eructarán y jugarán a al Xbox 360 a matar aliens. Qué sustos que te da el Hola, por favor.

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