lunes, 6 de septiembre de 2010

Let me go home

Este fin de semana he ido al cumpleaños de mi abuela. La verdad es que he canjeado cubatas por ver la tele con ella. Yo no sé si esto es estar de vuelta o básicamente que uno no ha ido ni siquiera. Pero es que las abuelas son maravillosas, se dejan apretar como gominolas, se ríen de tus bromas y te rellenan de comida como un rollito de primavera. Y sí, eso es bueno para el alma humana.
Siguiendo con mi fase alta obsesión de grabarlo todo, lo he grabado casi todo. Y es que el mundo es casi en su totalidad maravilloso, no sé por qué el enano cabrón nos lleva a recovecos infernales donde reina la confusión y el kleenex.
Dios mío cómo se vacía el cerebro de malos pensamientos. Luego lees de pasada a Sócrates y que si no hay vida que merezca la pena sin incidentes. Sí, pero a precio de caviar iraní.
Moraleja, que las aguas del Llobregat nos lleven donde tengamos que llegar, cual Moisés en su canastilla. Porque por la vía racional ya no sé qué más botones tengo que apretar. Y un momento de belleza para celebrar que hemos vuelto de dos días de periódicos y sábanas limpias.

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