jueves, 10 de enero de 2008

Allioli power

Voy con los compañeros de trabajo al Tomy, un bar de barrio lleno de fritanga y alegría. Lo que agranda mi corazón es que la camarera jefe dice todo el rato qué te pongo cariño, algo más cariño. Sí, el cariño produce adicción, como el champán rosa. Y luego está la fritanga, tan libre ella en el plato oblicuo, tan descarada, tan tómame o déjame, te voy a poner unos michelines que ni en Cambio Radical, te voy a meter mano y embutir tus piernas, una copia exacta de las columnas dóricas del Partenón...Esa soy yo, la fritanga española, directa del árbol a la sartén. La conversación en este lunch informal ha sigo regulera: lamentos sobre tal, cantos a cuál, me gustaría que Pascual... Ya se sabe que este horario hispánico de gástate 2 horas como te dé la gana es así, fomenta el compañerismo y los amores prohibidos. Luego lees las encuestas que revelan que todos los de la oficina están enredados entre ellos. ¡Pero si conoces mejor a tu compañero que a ese ligue internáutico con el que compartes alegrías y ansiedades!. En fin, a ritmo de patata brava les dejo. Creo que me ha afectado la sinapsis y todo se ha mezclado de nuevo: la patata con el cariño, el lamento con la columna dórica. Espero sueños y delirios incubados pasados por la sartén, porque haberlos, haylos.

1 comentario:

Javier Urtasun dijo...

Habitualmente es un placer ir a comer con compañeras de trabajo.

Digo que es un placer no sólo por su presencia, siempre misteriosa y agradable, sino porque acostumbran a no comerse toda la fritanga.
Y digo habitualmente porque en esta ocasión no ha sido así. Mis compañeras de curro se zampan todo, entre copita y copita de champán barato del rosa ese, les entra un buey. Joder las tias, una cosa es que no sean tontitas de esas anorfo bicas o butimicas, otra cosa es que acaben la comida antes que tu.

En fin, otro gran episodio en la vida de pink pony (no te enganches al caballo)