miércoles, 2 de septiembre de 2009

La hora en que todo pesa

Los expertos la ubican entre las 7 y media y las 9 de la noche. Es la peor hora del día del trabajador, con diferencia. En ese ínterín se acumula cansancio, hambre, nostalgia de algo mejor y mala leche. Es difícil superar ese estadio, lo confirman varias fuentes consultadas, pero hay maneras de engañar al espíritu y disuadirle de que en el fondo, nada es tan terrible. Puedes ir a la tintorería, comprar un ungüento para el pie esguinzado de tu ex novio, adquirir el brioche más grande de la panadería o regar las plantas. Lo ideal es combinar un par de cosas para sentirte realmente ocupada/o.
Si tu estado ralla el optimismo puedes desplazarte al supermercado más cercano y hacer la compra del mes (esa que implica suavizantes y anti polillas). Si los ánimos decaen, parada obligatorio en un bonito escaparate y si la depresión se manifiesta en forma de compra compulsiva, prepárate a desnudarte y probarte algún trapo que seguramente añadirá 50 gr. de endorfinas a tu ser.
La estandarización, repetición, industrialización del individuo es lo que tiene. Que todo el mundo da por hecho que va a funcionar sin problema alguno, con perfecta precisión, pero la materia prima está hecha con vísceras y recuerdos, sudor y taquicardias. Por eso falla tan a menudo.

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