martes, 1 de septiembre de 2009

Girando que es gerundio

Vuelves a tu mesa y a una distancia equidistante de la bandeja de entrada se alinean de nuevo los documentos de siempre esperando actualizaciones. Ves a los mismos cabezabolos de siempre a tres metros de tu pantalla escanear con precisión fotos de alta definición de exuberantes caucásicas ataviadas con 69 cm. de lycra. Percibes, en definitiva, la enésima vuelta de la rueda. O lo que es lo mismo, el eterno retorno. Las abuelitas regresan a sus circuitos habituales sorteando mierdas de perro. Las gitanas del barrio salen cuando cae la noche a colonizar las aceras y a pasear sus frondosas melenas. Y los retrasados emocionales de turno desaparecen de la faz de tu teléfono debido al eterno bloqueo de no se sabe todavía bien qué chakra.
Nos empeñamos en que nuestras vidas sean como un Vogue, donde todos viajan, tienen ranchos, conocen a jóvenes herederos, se sometan a rinoplastias y peelings químicos, estrenan amantes y tarjetas de visita con grandes puestos directivos, pero la verdad es que nuestro flujo de emociones diarias no va más allá de ver si la viejita pisará la mierda en forma de torre de Pisa o descubrir con satisfacción que la piscina está despejada de pervertidos.
Un retorno es lo que tiene, que todo permanece básicamente como estaba. Menos las obsesiones y el moreno, a veces magnificados por el calor y los biorritmos repetitivos. Otros, totalmente desparecidos.

1 comentario:

Sansona dijo...

Por un mundo mejor, erradiquemos a los inválidos emocionales!