martes, 7 de septiembre de 2010

El arte de liberarse

El último fichaje amatorio ha caído de cartel, como una peli de serie Z que no interesa a nadie. Reacciones: cabreo. ¿Por qué siempre atraigo al más tarado de la fiesta? ¿Al asesino en serie de ruiseñores? ¿Al que tiene a la abuela metida en la secadora para hacerle la permanente? Quiero pensar que es información extra para mis historietas y que el champán rosa se nutre de psicópatas amatorios que resultan ser un made in China que no pasó los controles de calidad.
En fin. A cambio, ayer fui a la playa con la explosiva amiga A y estuve grabando a bañistas valientes octogenarios, parejitas que se creían delfines de colores y un pacífico atardecer. Y vi una bonita película de las que te reconcilian con la vida y con tus propias obsesiones: Besos robados. Un detective patoso en busca de una angelical chica, números de magia y cuerdas, gabardinas y Pernod.
Amigos, cuidado con las compañías que luego hay lloros. También hay risas flojas e intercambio de números. Sólo voy a facilitar mi identidad a gente con cartas de recomendación. Yo ya he avisado.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

ni los que tienen carta de recomendación valen, que a veces incluso hay que ponerles el desayuno, lavarles los gayumbos o pagarles el taxi. A veces incluso te roban un melón.

Martin dijo...

¿te presento a un macho sueco?

Pink pony dijo...

Ni suecos ni de la calle Mare de Déu dels desamparats, no hay esperanza a corto plazo.
Y respecto a los robadores de melones, que se preparen...