jueves, 28 de enero de 2010

Con lo aburridos que estamos, no me extraña

Ayer en el trabajo había un ambiente febril, pero no porque alguien estuviera transportando un órgano clave entre hielos para una operación a vida o muerte o porque teníamos una entrega de esas que cambian el curso de la historia de la publicidad.
No. El follón que había era por la presentación del Ipad. Lástima que no lo grabé a tiempo. Corrillos de homo sapiens se reunían alrededor de las pantallas moviendo sus extremidades nerviosamenre y gritando ¡Ahora, ahora! Yo me reí, pero en lo más profundo de mí misma pensé: ¿este es el tipo de hombre que me espera en una esquina secreta? ¿Estos tipos van a dirigir este trozo de tierra en un futuro? Taquicardia, me pongo el abrigo y me voy a mi cueva particulal.
De camino a mi casa, evadida por la velocidad entendí que la gente se entregue con tal fervor a los nuevos cachivaches tecnológicos porque la vida resulta tan aburrida que no hay episodios dignos de reseñar.
Lo de conocer a alguien arrebatador, salvar gatitos, dar con la fórmula secreta del Viagra o imaginar un artefacto que te haga la cena mientras tú haces un sudoku, sucede pocas veces al mes. Por no decir al año.
Entonces, el resto de los días caen bajo el yugo del aburrimiento y la repetición. Y yo me pongo neurotiquísima, porque la rutina me puede.
En fin amigos, con o sin Ipad, salid ahí fuera y divertiros. ¡Que buena falta nos hace!

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