lunes, 11 de agosto de 2008

Back from the haren

Una semana pasa a la velocidad de la luz, del rayo y las ondas gamma, todas juntas. 5 días en Estambul también. Estaba justo pensando que hacía tiempo que no viajaba sola y lo que al principio es reparo y cierto bloqueo, pasó a ser disfrute y un gran por qué no. Ir solo te permite camuflarte mejor con el paisaje, y luego te confunden con una islandesa, te invitan a tomar un café en una tienda de alfombras y kilims del año pum en el Gran Bazar y luego vas a cenar a un restaurante con vistas al Bósforo y bailas horteradas con desconocidos. No está mal. El tercer día llegaron mis contactos y ya me dediqué a deambular con ellos. Muy agradables todos y sonrientes. Fuimos a la boda, que más bien parecía un posado para el Vogue Italia, ya que las invitadas sobre todo iban estupendas con sus modelazos y tacones moldeadores de glúteos. Me fascinó el ritual persa, con sus bailes, la gente cantando, las miradas, la alegría, todo vamos. Y luego bailoteo con vistas al Bósforo de nuevo y luego en una discoteca enmoquetada que fue estupendo para deshacerse de los tacones. Los dias que quedaban nos dedicamos a ver antigúedades, desayunar con vistas al mar y tomarnos cuatro mil tés. Hoy me he levantado sin el run run del tráfico estambulí y sin carros llenos de manzanas que casi me atropellan.
A cambio, una ciudad vacía y con una nube como una gran pamela, coronándolo todo. Las buenas noticias son que el silencio lo ha invadido todo pacíficamente.

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