viernes, 1 de agosto de 2008

Una noche en Lloret

En la coronilla de la ciudad, allá por Montjuich, existe un pinar que podía estar trasplantado en Lloret de Mar perfectamente y no te darías ni cuenta. Ayer celebramos el cumpleaños de dos amigos y yo estaba encantada, porque parecía que me iba de vacaciones por una noche. Fuimos en plan excursión motera y el aroma de las plantas lo inundaba todo, así como una nube de humedad y sensualidad que rodeaba la montaña, hasta rodear tu propia ubicación mental y hacerte olvidar que estabas en Barcelona, que mañana te esperaban en un trabajo y que la pasta rellena de setas estaba de oferta en el supermercado de la esquina. Llegamos justo para ver cómo el sol se acababa de revolcar y desaparecía por las entrañas de la ciudad. La vista, espectacular. Un cruce extraño entre Metrópolis y una orilla industrializada del Mediterráneo.
Es fantástico salirte de tus rutas habituales para observar las cosas desde nuevas perspectivas. La señal final, según mi abstracto sistema de señales y pistas a seguir, fue que pusieron Calaveras y Diablitos de los Cadillacs. Si ya lo pensaba, lo corroboré automáticamente. La vida es maravillosa en una mesa, rodeada de buenos amigos, un tintorro, mujeres embarazadas, brisa veraniega y ráfagas de retama. Esos referentes no hay que perderlos, porque son la llave Allen de la Felicidad.
El Canal Nostalgia, para todos ustedes, se despide. Ha sido una semana triste de despedidas y ya no me caben más tiritas en la parte derecha superior.

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