lunes, 18 de agosto de 2008

Horizontalidad y ficción

Quería hablar. Quería contarlo. Pero no me quería acercar a mi pequeño Mac, porque aunque es adorable, me siento demasiado hija de mi tiempo, y me sorprendo a las 2 de la mañana mirando las fotos de no sé quién que se ha ido con sus colegas a un festival de música country, por decir algo, a no sé dónde y entonces pienso que debería estar en un lugar mejor. Que qué coño estoy haciendo cual murciélago desviado por un sonar defectuoso.
El caso es que he estado rodeada de realidad estos días. De playas puritanas, la esencia de la Costa Brava a un palmo, donde ni el karma de las olas me invitaban a hacer topless. Pijos aburridos anidando bajo sombrillas, gente natural como la vida misma que recita ristras de apellidos mientras pienso que se trata de un experimento antropológico y que en breve un señor me llamará para que me vaya a casa. Que mi parte del experimento ha concluido. Luego estuve con una niña atómica y pelirroja de dos años con la que hice pasteles de piedras en la playa, quizás lo más divertido. Y me tragué los Juegos Olímpicos, yo tan anti fan que soy del deporte, como que me emocioné. Ves la garra que tiene esa gente, personas que cada día repiten una rutina hasta la saciedad y logran superarse, competir, no decaer, una mística de la autosuperación de la que evidentemente estoy a años luz.
Luego volví a mi casa, a mi cama, a mis sábanas revueltas y me dediqué a poner lavadoras, trocear comida, escuchar coplas. Y pensé que al día siguente rodaría un nuevo capítulo de realidad vertical.

1 comentario:

Anónimo dijo...

suena a buen fin de semana