lunes, 22 de febrero de 2010

Esto es relax (y lo demás son copias)

A falta de un amante aristócrata, vamos capeando los días con citas inciertas e invitaciones imprevistas. Tipo, voy a hacer un concierto de piano en un balneario, ¿quieres venir? Sí, ya tengo el bañador puesto. De hecho, a 40 minutos de esta ciudad a veces sin ley hay un paraíso de la calma, del amor eterno personificado en parejitas que ríen jiji tímidamente mientras tiran de sus trolleys, del silencio. Balneario La Garriga (si juntáis varios cubatas con paciencia, os lo recomiendo, de verdad).
Entré en aquel templo del agua con parsimonia. Me zambullí en todo tipo de aguas, avisté todo tipo de tatuajes, citas de fin de semana, abuelitos que avanzan con los bastones en paralelo y parecen osos pandas con su inmaculado albornoz.
Un chico me dice que su madre no sabe nadar, que si le dejo la parte del bordillo de la piscina. "Gracias, eh", de nada. Todo el mundo se quiere y es educado. Nacen margaritas de las cañerías y de las baldosas.
Por la noche, el estudio antropológico prosiguió con las parejas ya sedadas por el agua que hablan bajito, toman mojitos y se miran arrobadas. Yo me posicioné en una chaise longue tipo Duquesa de Alba y me dejé transmutar por Debussy. Conocí al gran Alfonso, el que lleva el cotarro organizativo y me reí bastante, la verdad. Aquello parecía una patum civilizada.
Amigos, nos es mala idea de cuidarse de vez en cuando, porque con tanto ajetreo, cuerpo y alma no van acompasadas. Mañana más.

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